Uno de los grandes problemas que tienen las decisiones más trascendentales del país es que el ciudadano promedio no lee más de uno o dos libros al año, y eso implica que tampoco se toma el trabajo de leer ningún decreto, resolución o proyecto de ley, porque la cultura es "eso qué pereza, mejor que me lo cuenten".
Por eso, y a riesgo de que algunos me insulten, les voy a dar mi visión sobre la reforma tributaria, que tiene hablando a tirios y troyanos, porque no nos digamos mentiras; muchos de ustedes no han leído más allá de lo que publican los politiqueros de oficio que, encontraron en este espinoso tema la mejor forma de pescar en río revuelto.
El gobierno Duque viene aplicando una política pública fundada en el bienestar social, creando y sosteniendo programas como Ingreso Solidario, Familias en Acción o el Apoyo al Empleo Formal (PAEF), y otros tantos. Estos programas tienen un alto costo económico, pero son necesarios para continuar en el camino de la reactivación, y para ello se necesita no solo que el gobierno haga cambios drásticos en el gasto público, sino también que las clases privilegiadas se solidaricen con los colombianos más vulnerables.
La izquierda, amante de incendiar al país para sus propios intereses, está vendiendo la mentira de que si el gobierno reduce el gasto no necesitamos reformas. Una completa cortina de humo. Quienes hemos leído el proyecto sabemos que plantea una drástica reducción del gasto con recortes por el orden de los $4 billones. Pero esto no es suficiente para recaudar el dinero que se necesita. Además, casi el 90% del gasto nacional es intocable constitucionalmente; el presupuesto de las regiones, la carga pensional, la deuda externa, el gasto social, etc.
Hay que dejar de creer en falacias como que la solución está en la reducción del Congreso y la eliminación de algunas consejerías y ministerios. Esto, según la propia Corficolombiana, ahorraría un máximo de entre $800 mil millones, y $4 billones, y esto tampoco es suficiente, además sería prácticamente inviable porque se necesita plata con urgencia, y reducir el congreso —lo digo para los que no leen— requiere de un acto legislativo que reforme la Constitución, y eso necesita pasar 8 debates, y el tiempo ya no da, pues en un año se acaba este periodo legislativo.
Otra mentira es decir que la solución sería el impuesto a bebidas azucaradas. Con eso no se afectaría a los dueños de las empresas de gaseosa como Ardila Lule, ese man no pierde un peso. Los verdaderos afectados serían los tenderos que se sostienen con la venta del producto.
Propuestas como la del partido Centro Democrático me parecen muy oportunas. Que no se graven los servicios públicos en ningún estrato. Que más personas declaren renta, pero que solo paguen quienes ganan más de $50 millones al año. También que las pensiones menores a $14 millones mensuales no sean gravadas en ninguna forma, y que ningún insumo del agro tenga que pagar IVA, porque esto terminaría por afectar a los agricultores.
También proponen que no se cobre IVA al servicio de internet, mantener la sobretasa a los bancos para seguir apoyando a pequeños y microempresarios y revisar el IVA a los combustibles, cuyo valor incide en el transporte y en casi todos los productos y servicios del país.
Finalmente, aunque la izquierda con sus mentiras y desinformación esté satanizando el proyecto, resulta imposible desconocer que su componente social es invaluable y generoso. El Ingreso Solidario y la gratuidad en la educación superior para estratos 1, 2 y 3, así como los incentivos al empleo para empresas que contraten jóvenes o mujeres mayores de 40 años, van a impactar positivamente la economía. Por todo lo expuesto, bienvenido el debate.
Se requerirá, eso sí, de mucho sentido social y patriotismo por parte del Congreso en pleno, para que este debate esté enmarcado dentro de las ideas y los argumentos, y no sobre los intereses politiqueros. Los colombianos tienen que investigar más, y dejar de creerse todo lo que dicen las redes sociales.
No necesitamos nerones que vengan a incendiar a Roma para luego sentarse a ver cómo arde. Todos, absolutamente todos los colombianos, tenemos una enorme y urgente responsabilidad con el país, y en especial con las familias más vulnerables. Es preciso deponer los orgullos y los intereses politiqueros para pensar en el bien de la patria.
