En el lenguaje de hoy, los mensajes de los liberales radicales de finales del siglo XIX tienen una tonalidad socialdemócrata. En virtud de su espíritu liberal, Cesar creyó en las bondades del mercado pero siempre fue partidario de la regulación. Para él era muy claro que los mercados dejados a su inercia llevan a la concentración y que la falta de competencia los hace ineficientes.
En cualquier mercado la competencia lleva a que las empresas más productivas y las personas más talentosas vayan aniquilando a los menos capaces. Para evitar estos horrores morales, el Estado tiene que intervenir.
César comenzó sus estudios de economía en la Universidad Nacional en 1967. Allí se discutía no sólo sobre el método de la enseñanza y sobre el contenido de los cursos, sino sobre la forma de vida que resultaba más consecuente con las opciones políticas. Recuerda César que en 1967, “…la ciudad universitaria era uncampus abierto donde florecía la diversidad”, y así recrea él el ambiente de entonces:
“… jardín de Freud, nadaístas y happenings escatológicos; prados y setos incitaban al romance; en el estadio, al lado de los atletas, se entrenaban algunos postulantes a reclutas del Ejército de Liberación Nacional; la revolución cubana era joven y bella; el Che Guevara no era aún un fetiche kitsch; Camilo Torres era - mártir ya - un guerrillero heroico. Marx, Lenin, Trotsky, Mao eran estandartes de inspiración y división en los debates políticos” (González, César., 1999. “Una Impresión Personal”, Cuadernos de Economía, vol. 18, no. 31, pp. 115-125).
Gracias a su simpatía por lo diverso, César González nunca fue un militante dogmático.
Por aquellos días, para una mente abierta como la suya, la izquierda ofrecía una doble atracción: respondía a los anhelos de cambiar el mundo y permitía construir un discurso sistemático. En Colombia durante los sesenta y setenta, el marxismo fue el método de referencia para las ciencias sociales. Las aproximaciones eran muy variadas, y la gama de opciones conceptuales era amplía.
Para César resultaba especialmente atractivo un pensamiento como el de Maurice Dobb o el de Oskar Lange. A partir de estos autores se fue consolidando el llamado “socialismo de mercado”: puesto que la asignación óptima de los recursos puede alcanzarse bajo las más diversas distribuciones del ingreso, es factible conjugar el mercado con distribuciones relativamente igualitarias. Esta visión acepta plenamente las bondades del mercado y del sistema de precios, y a partir de este mecanismo busca la construcción de sociedades incluyentes. Como unos años después diría Amartya Sen, este argumento es la base del “manual del revolucionario”.
En el plano internacional, la polémica fue intensa. Hayek nunca creyó en la posibilidad de conciliar una distribución del ingreso a la manera socialista, con el mercado. En su crítica a Lange, decía Hayek que el socialismo de mercado plantea una “pseudocompetencia” que no tiene nada que ver con la competencia real del sistema capitalista.
Estas polémicas apasionaban a César, que siempre defendió las virtudes del mercado, pero que nunca hizo de él un valor absoluto.
Analista, político, funcionario, dirigente gremial
César estuvo vinculado a la Fundación de Investigaciones y Estudios Económico-Sociales (Fines). Este centro de pensamiento planteó problemas estratégicos para el desarrollo de Colombia. Entre los temas que fueron abordados desde Fines durante los años ochenta figuraron las empresas multinacionales y el Pacto Andino, la concentración de la tierra urbana, la desigualdad del ingreso, las multinacionales y las transferencias internacionales de valor, el comercio exterior, la remesa de utilidades, la tributación…en fin, este grupo de estudiosos puso sobre el tapete asuntos que treinta años después siguen siendo relevantes.
Aunque el pensamiento de César se nutría de postulados como los del socialismo de mercado, sus referencias conceptuales a estos debates no son sistemáticas. Guiado más por la intuición que por un estudio profundo de los pensadores, César asimiló las ideas del socialismo de mercado y trató de aplicarlas.
Uno de los momentos más significativos de esta praxis fue su activa vinculación a la campaña presidencial de Horacio Serpa. Los mensajes programáticos tenían un corte socialdemócrata.
En los cargos de dirección que ocupó, las acciones de César estaban guiadas por su defensa crítica del mercado, y por su convicción sobre la importancia de avanzar hacia una sociedad incluyente. Desde el lado de los gremios siempre fue enfático al afirmar que la ganancia de las empresas es compatible con el bienestar general. Pero la conjunción entre los dos propósitos exige regulación.
En todos los puestos que ocupó mantuvo clara esta premisa. Y en sus últimos cargos, como Superintendente de Servicios Públicos y como vocero de las empresas privadas del Sistema Integrado de Transporte Público (Sitp), defendió la libre iniciativa pero en el contexto de un marco regulatorio claro. El incentivo de la ganancia, que anima a los empresarios privados, puede ser compatible con el bienestar de los consumidores, pero la integración de estos dos propósitos no se logra de manera espontánea, sino bajo las reglas de un orden institucional adecuado.
Como Superintendente nunca estuvo de acuerdo con la decisión de la administración Petro de crear una empresa pública para la recolección de las basuras. No compartió los procedimientos, pero tampoco la lógica estatista subyacente. En lugar de ofrecer directamente el servicio, la administración local debería preocuparse por regular y controlar al operador privado.
Cuando fue presidente de la Corporación Nacional de Transporte Urbano (Conaltur), César insistió en la necesidad de que el gremio avanzara en el proceso de formalización. Llegó a esta dirección porque era consciente de la incidencia que tiene el transporte público sobre la calidad de vida de las personas. Insistía en que las empresas tenían que cambiar radicalmente su forma de operar, ya que se habían limitado a ser afiliadoras de buses. Y la gestión de los gerentes no iba más allá de la lucha clientelista por la asignación de rutas.
Recientemente, y como vocero de las empresas del Sitp buscó por todos los medios las sinergias entre la administración pública y los operadores privados. En su opinión, este diálogo era absolutamente necesario porque las concesiones del Sitp tenían un mal original: fueron firmadas hace 24 años y, por su novedad, nadie tenía la menor idea de las dificultades que se iban a presentar al mes siguiente. En el Sitp todo era nuevo, comenzando por la definición jurídica del significado de “sistema integrado”. En los contratos de miles de páginas, el margen de interpretación es amplísimo. Y, entonces el Sistema solo es viable si hay confianza entre las partes, si se dialoga con frecuencia y, sobre todo, si se es flexible en la interpretación. César asumió la vocería de los operadores privados con optimismo, y con la seguridad de lograr acuerdos si ambas partes entendían que el propósito final era el bienestar y la calidad de vida de los usuarios.
Desde estas paginas
Desde que fue presidente de la Asociación Bancaria, César mantuvo la preocupación por los asuntos fiscales y monetarios. La mayoría de sus artículos en Razón Pública tienen que ver con los temas macroeconómicos. Siempre mantuvo una posición escéptica frente a las bondades de la independencia del Banco de la República. Nunca creyó que fuera intrínsecamente buena.
Siguiendo los principios de Keynes y de Currie, confiaba más en el manejo discrecional que en la reglas. Para él era inaceptable la dictadura fiscal y nunca entendió la propuesta del “derecho a la sostenibilidad fiscal” (González, César., 2011. “Sostenibilidad Fiscal: Mucho Ruido y Pocas Nueces”, Razón Pública, abril 24). No es conveniente, decía, que se privilegie la sostenibilidad fiscal porque ello va en contra de otros derechos fundamentales. Las decisiones éticas no se pueden dejar en manos de reglas. Entre otras razones, porque las reglas van en contra de los proceso democráticos (González, César, 2010. “La Regla Fiscal y la Democracia”, Razón Pública, julio 28).
César, que conoció desde dentro el funcionamiento del sistema financiero, no aceptó fórmulas simplistas. Siempre puso en tela de juicio los dogmas asociados con la independencia de los bancos centrales, y pidió que en cada situación se tomaran decisiones sin sucumbir ante la dictadura de las reglas fiscales y monetarias.
También en Razón Pública invitaba a no ser ingenuos. La política antidrogas se debe analizar teniendo en cuenta el panorama internacional, y lo que ha sucedido en el país. Esta frase es contundente:
“Colombia tiene que dejar su postración y su servilismo ante una estrategia gringa antidrogas que ha sido llamada por el propio presidente Obama (cuando era candidato) como ‘un fracaso total’” (González, Cesar, 2010. “El Referendo de California, una Oportunidad”, Razón Pública, octubre 26).
La mente abierta de César lo llevó a actuar con libertad, sin las restricciones de ninguna ortodoxia.
La fuerza de su espíritu liberal le permitió ser consecuente sin dejarse ahogar por los dogmas. Y esta apertura de espíritu la acompañaba de una simpatía que le permitía ponerse en los zapatos de los otros. Lo admiré y disfruté de su amistad.
Publicado originalmente en Razón Pública