El pie de foto rezaba así: “Una niña lleva un paquete de papel higiénico, mientras que su madre carga con varias bolsas tras comprar en Colombia el martes pasado (Reuters)”. El martes pasado es ya un martes cualquiera. También la niña y su madre son cualquiera y cualquiera es asimismo el conflicto del que huyen para evitar la fuerte crisis económica y social en la que se hunde ese país. Media Venezuela está en fuga. Hay quien huye de Maduro, quien del hambre, quien de las dictaduras, quien de las persecuciones políticas, quien de la violencia…
En la mirada de los desplazados suele encontrarse una mezcla de impotencia, de estupor, de miedo, pero también de optimismo. El rostro de esta niña descoloca porque se nota en él más rabia de la común; más fuerza de la normal; más desafío del que estamos acostumbrados. Todo ello se aprecia en la imperturbabilidad de su mirada hacia el cielo, en el gesto de osadía a pesar de las difíciles circunstancias, en la incomodidad que le produce cargar ese estúpido paquete de papel higiénico que cubre parcialmente su cuerpo, pero también en el modo en que su fuerza de voluntad emerge sobre la de los demás como para situarse en el mundo y averiguar hacia dónde se dirige, quizá hacia dónde volar.
¿Qué habrá sido de ellas después de tantos martes (la fotografía se publicó en mayo)?, ¿adónde habrán ido a parar con su mercado comprado en Cúcuta?, ¿la niña tendrá un padre, me refiero a un padre que se preocupe por ella?, ¿tendrá hermanos?, ¿estarán enfermas o sanas?, ¿la niña irá a la escuela?, ¿conseguirán de comer todos los días? No lo sé. Pero chica, si te hemos leído bien, si hemos sentido lo que deberíamos al contemplar tu foto, si este artículo es de los que se utilizan para empedrar el infierno de buenas intenciones, entonces toda nuestra más profunda solidaridad para ti y tu familia venezolana. ¿Pero cómo irme a trabajar sin estar pensando en ti?