Tratando de ser lo más objetivo posible, despojándome de cualquier sesgo político y ratificando mi convicción de que cualquier extremo, sea de derecha o de izquierda, por su fanatismo, radicalismo, terquedad e intransigencia propias, es extremadamente peligroso y casi que automáticamente conlleva a una real, explícita o tácita, dictadura, me he puesto en la tarea, como ciudadano de a pie, pero a la vez con mi cabeza de ingeniero, de tratar de comprender, con la mejor buena voluntad, a nuestro actual presidente.
La verdad, he quedado bastante desilusionado. Dentro de ese racionamiento lógico que adquirí en la academia, me ha sido imposible cumplir con mi tarea. No me considero poseedor de una inteligencia extraordinaria, pero tampoco soy tan ignorante ni incapaz como para no darme cuenta de tanta contradicción.
Si tuviera que resumir en una sola palabra el resultado de mi ejercicio, sin duda sería INCOHERENCIA y si me permitieran añadir más calificativos (que para no aburrir al lector ni ser tan repetitivo o poco original, los limitaría a cinco), estos serían: INCAPACIDAD, NARCISISMO, AUTORITARISMO, REVANCHISMO, RESENTIMIENTO.
Mucho me temo que Petro, al lado de ese enfermizo síndrome de “salvador de la patria” que demuestra en sus discursos, padece de lo que se conoce como el efecto Dunning-Kruger. Corresponde a una evaluación utilizada principalmente en la psicología social y que Wikipedia define resumidamente bastante bien: “El efecto Dunning-Kruger es el sesgo cognitivo por el cual algunas personas dotadas de capacidades relativamente limitadas tienden, precisamente debido a esas limitaciones, a sobreestimar su capacidad y desempeño reales”.
Lo anterior sumado a su también evidente síndrome de echarle la culpa de todo a su antecesor, a no haber podido dejar de usar el espejo retrovisor y a su obsesionada actitud victimista de acusador crónico cuando no se hace lo que él dice, nos deja ante un panorama como el que vivimos en la actualidad, de zozobra y total incertidumbre.
Les dejo algunos pocos ejemplos de su explícita INCOHERENCIA:
Corrupción: Su propia gente, colocada por él mismo en los cargos en que se cometió el delito. (UNGRD, Interventores de EPS, contrato de Pasaportes, etc).
Presupuesto y Financiamiento: Tildando groseramente de “malditos” a los que no lo aprobaron, pero con un nivel de ejecución del presupuesto de 2024 proyectado a menos del 80%, con lo que “sobrarían” 95 billones de pesos (casi 10 reformas tributarias), al tiempo que le echa la culpa del no cumplimiento de su programa social, de educación y de defensa a la no aprobación de esa Ley y la consecuente “falta” de recursos.
Misoginia: Se autodefine como defensor de la igualdad y de las mujeres. Pero las llama “muñecas de la mafia” y nombra en cargos importantes en su gobierno a personajes como Matarife, con clara mentalidad pedófila y misógina, o a Benedetti o a Hollman, ambos acusados por sus propias esposas de violencia doméstica.
Pedofobia: Se autodefine como defensor de los niños, pero nombra a alias “El Taladro”, confeso violador y asesino de niños, como gestor de paz y permite que, bajo el paraguas de su “paz total”, los terroristas de las disidencias y del ELN sigan reclutando, violando y asesinando menores de edad, sin siquiera darles un calificativo de “malditos”.
Idoneidad: Trata de incompetentes a los equipos de anteriores gobiernos. Pero hace nombramientos sin siquiera cumplir requisitos mínimos para determinados cargos. Matarife como embajador, Alexander López como director del DNP, Sarabia como directora del DAPRE o Daniel Rojas como Ministro de Educación, quien ni siquiera sabía que era de la Junta Directiva del ICETEX.
Democracia 1: Se autodefine como el más demócrata de los demócratas. Pero insulta y se pasa por la faja tanto a la rama judicial como a la legislativa cuando no hacen lo que a él se le antoja. En sus propias palabras no entiende cómo, refiriéndose al presidente de la Corte Suprema, “un negro puede ser conservador”. Tampoco entiende cómo, refiriéndose al presidente del Congreso, “le pegó una puñalada trapera” por oponerse a su absurda Ley de Financiamiento.
Democracia 2: Ganó la presidencia apenas con una tímida mayoría del 50.44%, más por falta de opciones que de convicción de muchos de sus votantes, pero cree tener un mandato del casi 100% de los colombianos (digo casi porque para él los estratos 5 y 6, menos del 7% de la población, son la “oligarquía opositora, opresora y fascista”). Entonces confunde muy fácilmente Estado y Gobierno. Así, en lugar de llevar la bandera de COLOMBIA a actos públicos, lleva la del M-19 que no creo que represente más del 10%-15% del país.
Y así se podrían poner muchísimos más ejemplos de una amplia variedad de asuntos con iguales resultados: clarísima contradicción entre lo que demagógicamente prometió en campaña y/o dice ahora, y lo que realmente hace y decide.
Lo que tristemente permite concluir que a Petro se le puede aplicar, como anillo al dedo, el viejo refrán que dice “el cura predica pero no aplica”. Con la inmensa gravedad y riesgo de que para nuestro país este no sería un cura de parroquia de pueblo sino el mismísimo Papa.