El origen epistemológico de la palabra democracia y el ejercicio de la misma han estado estrechamente ligados al poder y la participación popular como mecanismo o vehículo para ejercer gobernabilidad. Muchos siglos después, en Colombia una caterva de congresistas pertenecientes al Centro Democrático pretenden cambiar la connotación democrática, causando un daño y descontento en las bases de la colectividad.
Fueron varios los congresistas que firmaron el comunicado respaldando y apoyando a Óscar Iván Zuluaga para que sea este el abanderado del partido oficialista con miras a la contienda por la casa de Nariño. Esa carta realmente es una daga que lastima gravemente la democracia, pues se limitaría la participación de militantes y la elección del candidato podría estar sesgada.
Las bases del Centro Democrático y el uribismo anhelan participar en la elección del candidato, asimismo exigen respetar y dar continuidad al mecanismo de elección que se había planteado con anterioridad, el cual develaría el nombre del ungido a más tardar el 22 de noviembre.
El deseo de unos pocos no puede ser imposición para la gran mayoría. Se debe salvaguardar y no deslegitimizar los escenarios y herramientas de participación, y así tener un consenso esperanzador y un candidato que refleje el sentir popular. Bien decía hace unos días el expresidente Álvaro Uribe cuando se le preguntó por el nombre del candidato de sus afectos, con voz tenor y de carácter convincente respondió: "Yo no voy a apoyar candidatos, yo voy a apoyar la democracia’". Ese mismo carácter de imparcialidad y lucidez deberían manejar algunos congresistas.
Lo expresado en ese comunicado por los legisladores da a entender un deseo de imposición, que reflejaría el sentir individual y restaría importancia al sentimiento popular. Quizás quien es hoy merecedor de los afectos de las gentes no es de los amores de estos congresistas.