Los dramáticos, evidentes e inaceptables desequilibrios socioeconómico generados por la excluyente concentración del ingreso y la riqueza, propiciados por el sistema económico-político dominante en el planeta, han alcanzado niveles de convulsión en diversas áreas del mundo.
Tal como se comienzan a percibir los efectos económicos y sociales de la pandemia en todos las áreas del desarrollo nacional e internacional, si no se toman decisiones acordes respecto a lo que se requiere para superar la pobreza, el atraso y la dependencia incondicional, es inevitable el desencadenamiento de una profunda encrucijada socioeconómica y geopolítica global, que catapultará los conflictos sociales, la inequidad socioeconómica, la pobreza, la miseria y la dependencia de los centros oligopólicos del poder.
La encrucijada socioeconómica y política global generada y dinamizada debe resolverse de manera que sea posible superar los agudos estados de pobreza, miseria y subdesarrollo de muchas naciones, y al tiempo construir condiciones de estabilidad social, política y mejoramiento de calidad de vida.
Los logros en equidad socioeconómica y desarrollo integral que han alcanzado algunos países escandinavos, europeos y del sudeste asiático, entre otros, Finlandia, Corea, Singapur, Vietnam, Nueva Zelanda y China, demuestran que es posible derrotar la pobreza, bajo diferentes concepciones políticas del poder, si las naciones eligen gobernantes capaces y responsables y estos gobiernan bajo marcos jurídicos institucionales que garanticen desarrollo equitativo, que privilegie el interés general sobre el particular. Son fundamentos clave.
Solo es posible con la estructuración e institucionalización de sistemas socioeconómico-político que garantice inclusión socioeconómica, democratización efectiva de la propiedad patrimonial y accionaria y acceso general al conocimiento.
Son condiciones que exigen racionales rupturas de dependencias de poderes dominantes, redefinición del sentido y del ejercicio de soberanía. Desarrollo científico-técnico y cultural integrales, para fortalecer la producción nacional, asegurar autosuficiencia de recursos estratégicos de uso y consumo masivo, y de participación competitiva internacional.
Los efectos socioeconómicos y políticos, que inevitablemente ocasionará la pandemia, deben motivar a todos los ciudadanos del mundo y especialmente a los de las naciones en desarrollo, a buscar y entender las causas de las condiciones de sometimiento, pobreza y atraso, a las que las élites usufructuarias del poder, han condenado a las mayorías.
Son previsibles resultados inevitables, que tienen que generar redefiniciones del actual orden geopolítico y económico internacional. “Hay ya silbos de llama en la braza” (El sueño de las escalinatas). La pandemia obra como catalizador.
La pandemia irónicamente puede y debe generar conciencia social, capaz de revertir y superar los generalizados y agudos niveles de pobreza, de inequidad socioeconómica, de atraso nacional y precariedad social en que viven las mayorías y a identificar sus causas.
La concentración del poder político y económico en círculos socioeconómicos y políticos excluyentes exclusivos, es causa del atraso socioeconómico y cultural de las naciones. El sometimiento de naciones de menor desarrollo, a las de mayor desarrollo, les niega el derecho al desarrollo socioeconómico equitativo y condena a las mayorías nacionales, a vivir en la pobreza y el subdesarrollo.
El nuevo credo del poder planetario (capitalismo-consumismo) económico-político, es de esencia dogmático-religioso (lo convirtieron en dogma de fe). Su objetivo ciego es lograr más y más rentabilidad y concentrar la riqueza, en pocos dueños.
El elector y la dirigencia progresista, deben decidir y construir el futuro de las naciones. Tal decisión exige nunca más volver a votar por quienes son representantes y/o aliados incondicionales de la politiquería, el clientelismo y la corrupción y defensores ciegos del modelo económico político actual, que condena a las mayorías a vivir en la pobreza, excluidos del poder y de los derechos sociales fundamentales.
La encrucijada socioeconómica que tenemos que afrontar, como corolario de la pandemia del COVID-19, debe obligarnos a responder en defensa de los derechos de las mayorías. Las mayorías tienen la palabra. “Abierta está la audiencia”.