Con suma expectación los bogotanos recibimos a Ikea. El sello sueco más popular en venta de muebles de Estados Unidos y Europa abrió sus puertas en Colombia. Vino de la mano de la familia Echavarria, los dueños de Corona y quienes además se asociaron con las familias chilenas dueñas de Falabella para traerla. Las filas eran absurdamente largas en Mall Plaza. Los precios bajos de muebles, cocinas y objetos de baño lo hacían muy atractivas. Incluso la venta de albóndigas en su restaurante, uno de los platos típicos de Suecia, consiguieron que muchos agolparan su restaurante. Pero hay ciertas incomodidades a la hora de ir a Ikea.
Si, existe la posibilidad de llevarse una buena silla para tu escritorio a 300 mil pesos, o un sartén en 30 mil, pero el recorrido del almacén recuerda al que uno puede hacer en una visita guiada en un museo o un viejo palacio imperial: hay que seguir una secuencia y es difícil devolverse. Se pueden cometer errores como el de pagar primero lo que se va a llevar y luego devolverse a almorzar. Si se hace de esa manera se tiene que regresar de nuevo usando el ascensor, único medio que se tiene para salir ya que la salida que está habilitada es en el primer piso. No hay flexibilidad a la hora de entrar y salir. Esto, para la anarquía de un colombiano, puede ser un incordio.
Además, muy lindo y todo que sean amigables con los perritos, ¿Quién quiere el mal para ellos? Por eso no creo que sea una buena decisión del dueño de un ser vivo no pensante o como se les llamen, exponerlos a las filas de Ikea. Se estresan, hace calor, y los espacios son bastante reducidos. Me tocó un Gran Danés llevado en un carrito de esos de super mercado y cuando ladró, el eco fue tan estruendoso como el que haría un velocirraptor en una cueva de Altamira.
La mejor hora de ir a Ikea es antes del mediodía un sábado. Las compras pueden empezar a hacerse a las 10:30 y luego disfrutar de las albóndigas y la comida sueca que tiene su restaurante. Pero, ojo, ya sobre el mediodía es bastante improbable que se consiga una mesa en ese lugar. Es tal la fiebre que todo el tiempo está lleno. La gran pregunta es ¿Cuándo la fiebre baje, se atenúe, Ikea va a generar fidelidad? Ya, igual, está a punto de abrir otra sucursal en Bogotá y una en Medellín. La suerte está echada.