El púbico permaneció de pie varios minutos para aplaudir al grupo japones Snkai Juku y también a los ritos coreanos. Espectáculos de primer nivel mundial unidos a grupos colombianos le dieron una calidad excepcional a la III Bienal de Cali. Hubo lleno completo en todos los escenarios pero también en las presentaciones públicas, a cielo abierto empezando por Bouelvar del río, un espacio del que se apropiaron los caleños como una cita obligada de ciudad. Otros mundos y otras danzas , el nombre de esta III Bienal, se recordará como un evento de seis días que deja huella en la ciudad.
La Presidente y fundadora de Proartes Amparo Sinsiterra de Carvajal y la gerente Beatriz Barrios lograron una combinación de grupos internacionales con locales que llegaron de distintas partes del país como Cimarrones de Mahates de Bolívar, o Wagari del Pacífico chocoano, la agrupación de María José Arjona y la Compañía del cuerpo de Álvaro Restrepo. Con una variante muy especial y valiosa, todos los grupos se comprometieron a dictar talleres de danza en una ciudad como Cali caracterizada por el ritmo y el movimiento.
Cuando Amparo Sinisterra de Carvajal con el apoyo de la Ministra de cultura Mariana Garcés, se empeñaron en convertir a Cali en la capital de la danza con la bienal a la que le apostó decididamente el alcalde Rodrigo Guerrero, les llovieron rayos y centellas. Afloraron la envidia provinciana y los argumentos baladíes de la cultura espectáculo, mientras que Amparo Sinisterra, una amante de la danza y a su vez maestra de toda la vida, tenía claro que la fuerza del movimiento alrededor del baile y la música que crecía como corriente subterránea, necesitaba puntos de referencia universales para no quedarse circunscrita a la salsa como única expresión. La Bienal, de hecho, era y así lo han demostrado los hechos en esta tercera versión, un reconocimiento de la fuerza y el peso que tiene el baile entre los caleños como manera única de conectarse y comunicarse entre la gente, con un rol indudable en los tiempos de la violencia dura en la ciudad.
Y allí están, como expresión de una decisión acertada los escenarios llenos y la ciudad volcada durante seis días en función de la danza. Espectáculos además del japonés Sankai Juku, el coreano Korea National Contemporary dance y las expresiones urbanas de la Kibbutz contemporary dance Company de Israel y Ian Kaller de Austria y Alemani, se convirtieron en un ventana al mundo para todo el público y los cientos de estudiantes que además pudieron entrar en contacto con los maestros. El propósito de intercambiar bianualmente el Festival de teatro de Bogotá con el de danza en Cali resultó una fórmula de éxito que maduró como cita obligada cada dos años.