Hace unos años viajábamos por la costa junto con mi familia. Durante un trayecto atravesamos Puebloviejo y aunque muchas veces había presenciado la pobreza, nunca la había visto a los ojos como ese día. Me dolía el alma. Por eso me ocurrió que como estudiante y miembro del periódico de la facultad podía escribir un artículo-denuncia e intentar contactar otros medios.
Le pedí a mis a papás entrar al pueblo para (ingenuamente) tratar de contactar alguien que estuviera dispuesto a explicarme qué pasaba allí, un lugar en plena vía hacia Barranquilla (algo escandaloso en mi cabeza). Ellos —que siempre han alimentado mi sed de justicia— aceptaron con duda y empezamos a recorrer calles en donde logré conversar superficialmente con algunos líderes.
Como era de esperarse, las personas nos miraban sorprendidas: les parecía raro que unos cachacos pudieran estar interesados en darles voz. De hecho, como consecuencia de mi búsqueda, sentimos miradas intimidantes (ya saben), por lo que a mis papás les dio temor de que algo pudiera pasarme y con firmeza me pidieron subir al carro e irnos. Lloré de rabia e impotencia.
El camión de combustible que explotó recientemente en el peaje que da acceso a Tasajera fue justo allí, en Puebloviejo. Por eso lloré con el mismo sentimiento después de leer comentarios como “quién los manda”, “para qué roban” y “son pobres porque quieren”.
Con esto no pretendo hacer una defensa de la controversial “cultura de la ilegalidad”, ni diré si robar es bueno o no, solo quiero condenar a la sociedad en la que vivimos: ignorante, atrevida y ciega.
En esa época, y aún hoy, creo firmemente que el problema más crudo que tenemos proviene de nosotros mismos. Qué lejos estamos de entenderlo y de poder ver más allá de nuestras narices acomodadas, racistas y clasistas.
Lo más triste es que Puebloviejo sigue hundido en la miseria, igual que hace décadas y aún no ha llamado la atención sobre lo que ocurre estructuralmente en esa región, pues hasta hoy apareció en el mapa para ser el lugar del “accidente donde murió gente que quién la manda a robar”.