Colombia es el punto de partida de una trilogía humana compuesta por unos orígenes de extremismos, de unos centros de intrigas masivas o de unos ejes desbalanceadores dentro de un pequeño mundo trastornado dentro del cual se producen y giran unas contradicciones esenciales, las cuales denomino como parte de unos procesos de metempsicosis colectivas, caracterizadas estas por unas deformaciones intelectuales y emocionales de carácter individual.
Condiciones personales que permiten a sus habitantes el fácil traslado desde unas teorías conspirativas hacia unas creencias catalogadas como científicas, transformándolas en conflictos sociales insuperables, para qué, a través de ellas, se puedan trasladar unas suposiciones irracionales hacia la propia realidad sin tener que recurrir a ningún análisis de sus características y posibilidades reales.
Por eso estas divisiones sociales permiten a un simple vendedor ambulante que vive en una miseria casi absoluta asumir como verdaderas las mentiras que presentan quienes abusan y acumulan del poder económico y político, haciéndoles pensar que van a perder la tranquilidad que no tienen, igualmente las tierras y riquezas que no poseen.
Igual se encuentran entre sus calles creyentes acérrimos de los objetivos expuestos por grupos violentos de todo tipo de ideologías y asociaciones, sean de derecha o de izquierda, pudiendo estas ser guerrilleras, paramilitares, clanes de bandidos, movimientos políticos, religiosas o bandas criminales, o actuando coordinadamente entre todos ellos, logrando que estas situaciones produzcan deformidades mentales que permiten conducir a los ciudadanos e individuos a atacar y oponerse a las soluciones sociales que se requieren instaurar para actuar como sociedades funcionales.
Entonces, a raíz de estas deformaciones intelectuales, estamos hoy viendo marchar y protestar a los mineros artesanales en favor de la minería ilegal que desarrollan y practican los carteles mafiosos o los grupos violentos de todos los pelambres, con sus costosas dragas y retroexcavadoras, que vienen siendo destruidas por el gobierno como alternativa de disuasión a unas actividades inaceptables por quienes a duras penas sobreviven, encontrándose oposición por personas que aunque parecen sensatas han perdido la cordura.
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