“Desde el contexto histórico y la realidad nuestra, el departamento de Nariño siempre ha estado aislado del resto de Colombia”, dice el ingeniero Edwin Arteaga Patiño, un nariñense radicado en Medellín, quien trabaja en una empresa petrolera del país. “El nuestro es un departamento que se ha mirado como el patio trasero de Colombia y nunca se le ha prestado la debida atención”, agrega.
El pasado 9 de enero ese aislamiento geográfico y social se volvió todavía más evidente tras presentarse el impresionante deslizamiento de tierra en el sector de Rosas, Cauca, el cual, interrumpió la comunicación por la vía Panamericana dejando, a la fecha, una pérdida económica cercana a los dos billones de pesos.
Nariño es un departamento con enormes dificultades en el servicio de transporte aéreo por cuanto las situaciones climáticas en el aeropuerto Antonio Nariño, que sirve a la ciudad de Pasto, son complejas con una pista encaramada entre abismos y laderas que no garantiza las mejores condiciones. Natural imaginar, entonces, que el aeropuerto San Luis en la zona de frontera con Ecuador sería una gran alternativa para fortalecer este servicio.
Sin embargo, como explica el ingeniero Arteaga Patiño, “hay un conflicto de intereses a los que no les conviene que el aeropuerto San Luis se convierta en alterno”, la centralización política y administrativa que ejerce la ciudad de Pasto, la falta de unidad en un pensamiento de desarrollo regional, “las vías de acceso hacia el sur que no se pueden terminar por conflictos con comunidades indígenas”, entre otros aspectos, afectan esa posibilidad que sigue siendo ahora lejana.
“Desde 1994 se propuso ampliar la pista del aeropuerto San Luis a cuatro kilómetros y no se terminó, se hizo una ampliación que permite la llegada de aviones de cualquier tamaño. Sin embargo, el decolaje de aviones se ve afectado por cuestiones de altura, pues los motores no desarrollan la suficiente potencia para salir con su capacidad total”, explica Arteaga, situación que afecta directamente la economía de las aerolíneas. “Imagínense un avión que llega con cien pasajeros y que, luego, tiene que devolverse con 60 0 70 porque la extensión de la pista no es suficiente para facilitar el decolaje”.
En tales circunstancias, hoy Nariño cuenta con un aeropuerto que devuelve aviones hacia las ciudades del interior con las consecuentes perdidas de dinero y tiempo, a la mínima alteración climatológica, como es el caso del aeropuerto Antonio Nariño; y un aeropuerto sin la suficiente pista para facilitar las operaciones de las aerolíneas en una forma más eficiente y económica, como es el caso del aeropuerto San Luis, que sirve a la ciudad de Ipiales.
¿La nueva vía para Nariño?
En realidad, sigue siendo una utopía. “Esa vía está programada desde hace 47 años, todos los gobiernos han prometido hacerla, generar una vía de altas especificaciones entre Pasto y Popayán, pues lo que hay es una vergüenza para toda Suramérica; eso no es la Panamericana, es una trocha pavimentada. Los 70 kilómetros de que habla el actual presidente se deberían hacer, es factible con un nuevo trazado, con varios carriles, sin construcciones al lado de la berma”, comenta el ingeniero Arteaga.
Para el profesional nariñense quien reside en la ciudad de Medellín desde hace 27 años donde obtuvo los títulos de Ingeniero Geólogo de la Universidad Nacional e Ingeniero Civil de la Universidad de Antioquia, con una especialización en suelos y cimentaciones de la EAFIT, muchos de los males que afectan a Nariño se originan en la idiosincrasia y en la falta de sentido de pertenencia de la misma gente de esa sección del país.
“Empecemos por nuestra forma de hablar, gente que sale de la tierra y a los pocos días se le traba la lengua por hablar antioqueño; ese sentido de pertenencia se pierde, así culturalmente todo se afecta y, si nos sentimos menos por nuestro acento, ya podemos imaginar cómo será el resto”, comenta Arteaga.
“Es una cuestión de amor propio, vamos hacer algo, pero lo vamos hacer bien. Nos hacen un camino y con ese camino nos contentan a todos, una carreterita y todo el mundo feliz, un puente y todos dicen que es una mega obra, un túnel para llegar a Pasto y todo el mundo feliz con el supertúnel que hemos hecho; no se debe pensar así”, agrega.
Al contrario de otras regiones del país donde existen vías de alta calidad, mayores índices de desarrollo económico, académico e industrial, un pensamiento pujante de cada uno de sus ciudadanos, al nariñense se le achaca la envidia, como uno de sus defectos de pensamiento y carácter más perjudiciales.
Y es allí donde la educación debe entrar a trabajar con procesos de cambio, de un auténtico cambio para que las condiciones que hoy no son favorables se reviertan en crecimiento social con una dirigencia política y administrativa más despierta y comprometida con la región y unos ciudadanos que exijan y luchen por lo que, en realidad, les pertenece. Sí, los cambios son posibles, pero hay que trabajarlos.