“Me asaltó en el interior de la mente un pensamiento perturbador”. He ahí un conjunto de palabras en las que apenas repararíamos de haberlas leído en un libro de terror, pese a la crueldad de su significado. Ser “asaltado” por un pensamiento (perturbador o no) implica que el pensamiento procede del exterior, eso es lo preocupante. Estás tan sereno, no sé, fumándote un cigarrillo, sin meterte con nadie, cuando se cuela en tu mente la idea de que el dolor que sientes en las rodillas no es precisamente por la rutina de piernas en el gimnasio. ¿Por qué razón nos atacan con tanta violencia pensamientos que intentamos alejar sin éxito? ¿De dónde llegan? ¿Qué clase de autonomía tienen? Digamos por ejemplo que acabas de meterte en la cama, que has cerrado los ojos, que has encontrado postura, y que cuando estás a punto de desconectar, te asalta una duda, quizá, tu novia este de cumpleaños. A lo mejor ni siquiera tienes novia. Pero la idea insiste e insiste hasta que no te queda otra que levantarte y llamarla.
Ahora imagina que te encuentras en casa un domingo a las 5:00 de la tarde leyendo la revista TVyNovelas, cuando súbitamente se abre la puerta y aparece una intrusa. Una intrusa muy linda por ejemplo, que se dirige tranquilamente a tu cama para dormir una rica siesta. Te quedarías perplejo. Eso es exactamente lo que nos pasa con las ideas intrusas, que nos dejan perplejos. ¿Pero por qué?, nos preguntamos. ¿Por qué a estas horas?, lo siento. No hay respuesta. ¿Cómo protegernos de ellas? A mí particularmente me da buen resultado observarlas con naturalidad, como si pertenecieran a mi estirpe ideológica y tuvieran todo el derecho a pasearse por mi mente. La verdad, no suelo prestarles mucha atención, y de esta manera suelen irse rápido. Lo que no me ha ocurrido nunca en la vida es que me asalten columnas periodísticas y noticias intrusas. Todas y cada una de las cosas que escribo y publico he de escribirlas yo, sin ayuda de voces demoniacas que procedan de afuera. Otro misterio que ni yo mismo entiendo…