Se ha vuelto normal que muchos reduzcan el debate público a epítetos superficiales. En vez de plantear una visión concisa de Estado y sociedad, aplican una formula facilista: se autoproclaman y definen a sus contertulios como derechistas, centristas, izquierdistas, liberales, conservadores, progresistas, socialistas o comunistas. Lo anterior sin saber realmente cuáles son las ideas concretas que engloban cada una de estas corrientes. Prefieren acusar y juzgar antes que comprender. Suelen hacer de la rabia un recurso dialéctico, enfrentar las tesis con lemas y finalizar las discusiones señalando a los demás de guerrilleros, castrochavistas, paracos o fascistas.
Creen que las posturas políticas no dependen de un razonamiento complejo, sino del caudillo al que cada quien siga: los de derecha son uribistas, los de izquierda son petristas y los de centro son fajardistas. Ahí termina todo para ellos, siempre están buscando un dios y un demonio. Cuando son indagados sobre las causas especificas que defienden, la respuesta es un largo tartamudeo, un palabrerío gaseoso o un calificativo que suena contundente, pero que a la hora de la verdad tiene poca sustancia. Esto hace que los escenarios de deliberación se vuelvan improductivos e inconsecuentes. Por eso resulta necesario promover debates donde prevalezca la exposición de ideas concisas sobre los juzgamientos insolentes y la antipatía social. Con ese propósito, voy a exponer a continuación las líneas esenciales de mi pensamiento político.
- La democracia participativa: Defiendo la división y el equilibrio de los poderes públicos, el sistema de pesos y contrapesos, la oportunidad de elegir y ser elegido, la rotación en los cargos de elección popular y los mecanismos de democracia directa: las consultas populares, los cabildos abiertos, la revocatoria del mandato y la protesta social.
- La economía social de mercado: Valoro la creatividad y los esfuerzos de las personas, quienes le contribuyen más a la sociedad pueden alcanzar mejores condiciones económicas. Aun así, todo ciudadano debe tener acceso a unos servicios y a unos bienes esenciales que le permitan llevar una vida digna. La propiedad privada debe respetarse, promoverse y democratizarse, sin olvidar que tiene unas responsabilidades sociales y ambientales. El emprendimiento privado es la fuente para generar bienestar social y económico, pero deben existir unas restricciones razonables y proporcionales por parte del Estado que garanticen la competencia leal y el respeto al interés colectivo. No hay que oponerse a la globalización de la economía, sino más bien abrirse a los mercados internacionales, garantizando la protección de los trabajadores, el empresariado nacional y el patrimonio natural y cultural.
- Estado garantista: Sin caer en el paternalismo ni en el asistencialismo, el Estado debe intervenir para reducir la pobreza, garantizando el acceso a la educación, la salud, la recreación, la vivienda y al trabajo.
- El tamaño del Estado: El Estado debe ser mediano. Hay algunos servicios públicos que puede prestar directamente y otros que debe delegar en empresas privadas para conseguir su efectiva prestación. En todo caso, el Estado debe garantizarle, repito, unas condiciones elementales de vida a todos los ciudadanos.
- El medio ambiente como sujeto de derechos: No podemos seguir viendo al medio ambiente como un simple objeto de usufructo, sino que debemos salvaguardar su vida como una garantía esencial. La naturaleza tiene, al igual que los seres humanos, el derecho de existir. La explotación de los recursos naturales debe ser sensata y precavida. En principio, debe estar a manos del Estado, pero no me opongo a que sea realizada, luego de una negociación seria y ecuánime, por empresas privadas bajo la vigilancia rigurosa de los entes públicos y la sociedad. No estoy de acuerdo con el fracking.
- La no violencia: Rechazo cualquier expresión de violencia. El diálogo y la deliberación pública son los instrumentos idóneos para resolver los conflictos sociales e históricos. Las armas del Estado son para proteger la libertad y la vida de los ciudadanos, no para violarlas. Debe garantizarse el derecho a vivir y a morir con dignidad.
- Liberalismo moral: Estoy de acuerdo con la eutanasia, el aborto médico, la legalización de la marihuana y el matrimonio y la adopción homoparental.
- Libertad religiosa: La libertad de cultos es esencial para el desarrollo de una democracia. La religión no puede convertirse es una plataforma para hacer política ni puede mezclarse con las labores del Estado. Tengo claro que primero está la Constitución Política que cualquier libro sagrado. Soy panteísta: Dios es el universo mismo, la creación, la naturaleza.
- Defensa de las minorías: Hay que reconocerle derechos especiales, a través de tratamientos diferenciados y acciones afirmativas, a los niños, las personas de la tercera edad, los discapacitados, los enfermos, las mujeres embarazadas, las madres cabeza de familia, las víctimas de la violencia, los pueblos indígenas y las comunidades negras.
- Estado social de derecho: Considero que estas ideas deben equilibrarse en el marco del Estado social y democrático de derecho, el cual está consagrado en la Constitución Política de 1991, pero treinta años después sigue siendo un simple postulado, un calificativo que no se ha materializado.
Amigos y amigas, el debate queda abierto.