Cierto, no tengo ni idea de nada de lo que pasará con mi vida en el siguiente minuto o día, semana o año. Cierto, no tengo planes, ni metas, ni objetivos. Nada de nada. Me explico: estoy atento a las señales que la vida me da sobre que hacer en el día o en la semana, incluso unos meses después. Sin que haya una rutina. Se acabaron los horarios 8 a 12 y 2 a 6. Ya no hay programaciones fijas.
Casi todos los días me despierto y levanto sin tener nada programado. Y llega. Sí que llega algo. No lo dude. Veamos unos ejemplos:
- Haciendo mercado se me acerca un conocido, nada que ver de lo que nos conocemos, con lo que estoy a punto de escuchar. Escucho y se ilumina mi sonrisa. La posibilidad de conocer muchos médicos escritores se abre de par en par y cinco meses después, es una realidad con mi participación plena. Tres días de alegría, escucha de literatura latinoamericana y nuevos amigos se suceden. Llegó sin buscarlo, sin pensarlo, sin imaginarlo siquiera. La vida lo puso en un momento en que “supuestamente” estaba “desocupado”.
- Voy a dar una vuelta por un centro comercial y fortuito encuentro, el vendedor de libros conocido que me lleva a entrevista en un diario regional para hablar del recién publicado (edición particular) libro: “Vida en el umbral de la muerte – Morir dignamente-” que acabamos de publicar con mi amigo Saúl Santoyo. (protagonista del siguiente ejemplo).
- El querido compañero de colegio que viene a Santa Marta por unos días de vacaciones y sabiendo mi filosofía de vida me da el contacto de un médico primo suyo. Luego de superfluo e inicial contacto por email, pasa1 año. Recibo de repente gentil invitación, surgida de su intuición, a escribir con él, con Saúl, un libro. Todavía no nos conocemos en persona, pero la amistad a sido profunda y el proyecto editorial es un hecho real 10 meses después.
No se necesita estar en este estado para que dichas cosas sucedan, me dirán, y es cierto. Mas sin embargo vivirlo como experiencia de vida, pleno y consciente es una alegría inenarrable. Dejar que la vida te ponga aquello en que te necesita en el momento y lugar indicado.
Más aún, aquello que he planeado, trabajado, movido a punta de esfuerzo, ha terminado por acabarse. Talleres, consulta, acompañamientos no han durado mayor tiempo. Es como si la vida dijera, no es lo que quieres y te empeñas a toda costa, sino lo que he decido darte.
Como la excepción hace la regla, solo esta columna, quincenal, tiene calendario. Surgió sin volver a buscarla, luego de mi sabático. El esfuerzo fue de amigos entrañables en esta revista, no mío.
Es como la fotografía, las fotos se me “aparecen” o se me “aparece” el lugar donde ir a tomarlas, a partir de conversación no buscada en la playa. Así sucedió con las fotos que ilustran esta columna.
Ha costado llegar a querer este nuevo paradigma de vida. Los momentos duros, de emociones como “¿que estoy haciendo con mi vida?” son verdad. Tan atados estamos a la rutina que nos es difícil desprendernos de ella; tan atados a querer saber que debemos hacer en el minuto, día, semana y año siguiente. Se va logrando. Si. Si nada llega, se aprende a disfrutar el ocio.