El clientelismo es tan horripilante e injusto que hace de las instituciones del Estado empresas al servicio del político de turno y no de la sociedad. La crisis suscitada con el nombramiento de la señora vecina de Petro como directora del ICBF y el rechazo de sectores de la sociedad a esa designación no han logrado su retiro. Al contrario, el presidente la sostiene por encima de las justas críticas.
Como para calmar los ánimos y mejorar su imagen, nombró a una vieja amiga política como subdirectora de la institución para que apague los incendios de la inepta directora. ¿Será que en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar no hay profesionales de alta formación académica y experiencia que puedan ocupar estos cargos directivos y alinearse con las políticas del presidente?
Conozco trabajadores sociales, sociólogos y abogados que cumplen con las condiciones requeridas, que pertenecen a la planta de esta importante entidad y que podrían desempeñar estos altos cargos directivos con altura. Sin embargo, por las dinámicas y lógicas de gobernabilidad, que no son otra cosa que el reparto de los cargos directivos entre quienes ganaron las elecciones y sus aliados de momento, eso no es posible.
Las entidades públicas y sus directivos, que a su vez suelen ser títeres del político que los postuló, desperdician la experiencia y el profesionalismo de sus funcionarios de carrera administrativa. Muchos de ellos se pensionan sin tener nunca la oportunidad de dirigir la entidad a la que le han entregado casi toda su vida.