Ahora surgen por todas partes dos extravagantes especímenes: los reguetoneros y los "comediantes". Sí, comediantes, entre comillas. Por más que estimulen su perspicacia no producen más de una aburrida rutina llena de exageraciones y chistes flojos, bajados de internet y ensartados todos en una pretendida historia central.
Se amparan en los socorridos clichés: las tías, las mamás, los gais, los costeños, los paisas, la fealdad, las enfermedades terminales, la novia gorda, los paseos, el baile y un tratado la escatología en general.
Parece que la gran escuela de este humor superior es la famosa Comedy Channel, esa universidad pirata de donde egresan cientos de standuperos y a la cual debemos agradecerle su buen propósito de ser amigable con el medio ambiente: recogen el lixiviado de las basuras para convertirlo en humor… Todavía no lo ha conseguido, a pesar de sus buenos alumnos que han desfilado en su set, como por ejemplo Ibrahim Salem…
Pues parece que Salem sintió el llamado de su musa histriónica y, momentos después del atentado terrorista en la Escuela General Santander, subió a las redes un video haciendo un hiriente comentario —solo para él fue un chiste— para, acto seguido, reírse de su propio ingenio, más o menos como lo hace un terrorista palestino o el Estado Islámico con las cabezas de sus víctimas al lado. Nuevamente Salem perdió su oportunidad de quedarse callado… Nunca antes la expresión “callado es más chistoso” había sido tan certera.
El atentado terrorista fue reivindicado por el ELN y el chiste por Salem. Ambos unos petardos y ambos demostraron su total falta de empatía. Los primeros, negados para la política y el segundo negado para el humor, y quien sustenta que “el momento justo para echar el chiste era en ese instante”.
Es decir, casi que era su “deber” echar el chiste, así solamente a él le produjera risa. Esto me hace acordar de Bernard Shaw: “cuando el estúpido hace algo de lo que se avergüenza, siempre dice que era su deber”.
Deja mucho que decir la escasa preparación intelectual de un comediante que habla de “echar chistes”. Creo que existe una gran diferencia entre un comediante o humorista y una persona que simplemente “echa chistes”.
Salem apoya su falta de chispa en la libertad de expresión y así justificar sus desconcertantes salidas en falso, y es tan torpe en su defensa que dice que lo están amenazando “por burlarme de muertos”. Así, en tono despectivo.
Pretende creer que la libertad de expresión es un derecho absoluto y que la sociedad tiene que doblegarse estoicamente a los abusos de un chambón que se escuda en ella.
Naturalmente no se está burlando “de muertos” como infantilmente refiere, sino que está hiriendo a las víctimas: madres, padres, hermanos, abuelos, etc que acaban de perder salvajemente un ser querido, como si el límite del humor negro no fuera el dolor de las víctimas.
No solamente no tiene sentido del humor sino tampoco sentido común, dos grandes carencias que son inexcusables en un buen comediante.
Todos tuvimos en el colegio un compañero vago, que se creía chistoso, zafio y mal hablado que se burlaba del dolor ajeno, y no por ello lo vimos como artista de la comedia, sino más bien como una persona detestable por su ordinariez y fanfarronería.
Cuando uno mira las desabridas intervenciones del comediante Salem se entiende por qué eso de “sin camello”. Pero él insiste en la comedia como para que su persistencia compense su falta de talento y escrúpulos. Salem seguirá intentando mojar prensa, así sea muy discretamente, eso le sirve para permanecer en el medio, porque, lamentablemente, como decía Vargas Vila, en Colombia, para ser popular hay que ser mediocre. Salem intuye que, si quiere ser comediante famoso, primero debe hacerse famoso (por cualquier cosa) y después comediante.
Para no ser injusto con el árabe sin camello, debo aceptar a regañadientes que el humor del referido personaje es bueno y original… Lástima que la parte buena no sea original y la parte original no sea buena.