Tengo una fea sensación de culpa por no haber podido asistir hace apenas un par de días a la presentación de este extraño libro que dibujó magníficamente mi amigo el gran pintor Alberto Escobar, a quien todo mundo en el Caribe colombiano reconoce y respeta como Nithto Cecilio.
Por una grave distracción de esas en las que puede llegarme a sumir la música ciertas tardes, salí de mi oficina con la idea de ir a acompañar a mi amigo en la presentación de su libro, en la que yo debía tomar parte, leyendo el prólogo que había escrito para la publicación; pero la música y la tarde me llevaron a casa casi sin darme cuenta y ya no me fue posible llegar a tiempo al evento en el que me esperaban el autor y su obra.
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Un día de hace ya casi diez años, este amigo pintor, estupendo ilustrador de libros e insigne “mamador de gallo”, se presentó a mi oficina de la Biblioteca Piloto del Caribe, desenfundó de un paquete un volumen y me hizo entrega de un libro ilustrado como una historieta que contaba la terrible vida de un drogadicto llamado Huminio El Exterminio.
Mi reacción fue de sorpresa porque, aunque había visto alguna vez algunas ilustraciones de Nithto, y conocía bastante bien los trazos de su pintura, esta vez no alcancé a reconocer enseguida la autoría de aquella historieta que este amigo me mostraba.
La visita y la entrega del libro, en estado de boceto avanzado, tenían el objeto de pedirme que escribiera una presentación para ese texto que estaba muy cercano a ser publicado.
Me quedé con aquel trabajo y lo leí con toda la consideración y respeto. Escribí el prólogo a tiempo y pasaron los años y aquel libro nunca fue publicado. Hoy lo tengo ya en mis manos y debía ser presentado el pasado jueves 21 de abril en acto especial al que lamento no haber podido asistir.
Pero en aquel momento leí el libro interesado, y como un sorprendente mérito que se suma a su labor artística de dibujante, pintor y escultor sobresaliente, Nihto Cecilio, que ha aportado algunas de las mejores interpretaciones pictóricas de los motivos de nuestro Carnaval, nos revela ahora con este trabajo, en un despliegue de oficio en plenitud, su faceta de caricaturista-narrador; es decir, un ejercicio de creación visual desde el dibujo, que rebasa ampliamente el destello aislado del que elige un motivo simple para lucir la chispa de su ingenio, para contar, en cambio, en un tema de largo aliento, una historia que plantea exigencias múltiples de coherencia narrativa en el dibujo, fluidez en la secuencia, limpieza en la ejecución, poder comunicativo de la línea, imaginación para crear situaciones, capacidad para usar el humor de manera efectiva, a pesar, en este caso, de un tema prácticamente trágico.
Con la ilustración de trabajos como El hombrecito de vendía palabras, de Leo Castillo; La ciudad de que hablas, de Juan Miranda Marañón; los cuentos de la escritora cubana Losely Rebull León, entre otros, ya había tenido yo la oportunidad de conocer algunos trabajos aislados de Nihto Cecilio en esto de la caricatura y de la ilustración de textos, que no obstante ser celebrados en pequeños círculos y hacer justicia a su talento, muchos seguramente no sospechábamos que tales trabajos anunciaran una capacidad de fabulación como la que exhibe en este libro. Fabulación en el dibujo y en la narración, porque por primera vez Nihto ilustra una historia que es propia. La de Huminio El Exterminio, personaje que conoce el abismal infierno de los vicios y con el que su autor pretende hacer una humorosa pedagogía en contra de las drogas, el alcohol y el cigarrillo.
Más allá de la moraleja, de la buena conciencia y de la utilidad social que anima este proyecto, el resultado de este intento es el de que cada página de esta fábula es un virtuoso regodeo de líneas y formas muy bien interpretadas en un estilo de dibujo que parece estar positivamente inspirado en el modelo de caricatura de la tradición francesa que solíamos ver en los "muñequitos" de los manuales de francés de los años 60 y 70, si de buscar filiaciones de estilo se trata; pero es claro que acá tiene una factura personal y el desarrollo de una imaginaría diversa que enriquece y le da alcances distintos a una historia que en su intención catequista pudiera resultar poco atractiva, y que hace de su presentación la mayor virtud de un trabajo de dibujo como no hay muchos en el Caribe colombiano.
Dejo en esta columna la constancia de mi afecto y me respeto por este artista e ilustrador, y le deseo toda la suerte.