El presidente López Michelsen decía frecuentemente “hay que tomarle el pulso a la nación todos los días”, para señalar la dificultad del gobernante en atinar en la toma de decisiones a las cuales debía enfrentarse. Parece que en la administración Duque no se ha medido el alcance y la coyuntura a la cual hoy se enfrenta.
Ante el inicio de la campaña presidencial, el gobierno debería concentrarse en desactivar los detonantes que tiene prendidos y así tratar de avanzar hacia un clima de más tranquilidad y menor tensión política, económica y social.
Con respecto a la reforma tributaria, ningún partido político la está apoyando. Ni siquiera su coalición. Ningún sindicato, tampoco buena parte de los gremios y de los centros de pensamiento. Al negarse insistentemente a retirarla, está ad portas de que las comisiones terceras y cuartas de Senado y Cámara, en una sola sesión, presenten ponencia la semana entrante para ser archivada, como al parecer ya se ha anticipado.
¿Para qué exponerse a ese costo político? ¿Para justificar ante las calificadoras de riesgo que se intentó hacer la tarea y, en consecuencia, no arriesgar la calificación de grado de inversión? ¿Para dejarle unas mejores finanzas al siguiente gobierno? ¿Para disponer de un mayor presupuesto de inversión, así sea a través de contratos con vigencias futuras? ¿Para disponer de más gasto social durante el periodo electoral? ¿Para pasar a la historia como un gobernante responsable? No se sabe. Lo que está claro es que está poniendo en riesgo los pocos grados de gobernabilidad que aún conserva.
Algo similar está ocurriendo con la fumigación aérea de los cultivos ilícitos. El Departamento de Estado de EE. UU. y su embajador en Colombia han manifestado que es decisión del gobierno colombiano adelantar la erradicación como considere pertinente.
Otro factor de perturbación cotidiana son las relaciones con Venezuela. Después de más de dos años y medio, las relaciones se han deteriorado: las comerciales, las diplomáticas, las fronterizas, las militares, las verbales, entre otras. Se entiende que en este aspecto intervienen dos partes, pero no se le puede echar gasolina a la hoguera.
En la seguridad de los líderes sociales y en sus permanentes asesinatos, sin perjuicio de reconocer los esfuerzos del gobierno y las dificultades para hacerlo, es necesario replantear una estrategia diferente, pues la actual ha demostrado vacíos profundos y ser un factor de perturbación nacional e internacional.
Frente a la situación económica, es necesario hacer una revisión del Marco Fiscal de Mediano Plazo, por el aumento de los precios del petróleo y de los commodites, por la agudización de la pandemia, de las cuarentenas y el gasto social, por los acelerados cambios del escenario internacional, como las emisiones de 1.9 trillones de dólares, ya aprobada, en EE. UU. y de 2.3 trillones para infraestructura, en discusión. Y las de 1.7 trillones de euros del Banco Central Europeo, por las nuevas tasas de crecimiento y de interés de las economías más importantes, etc.
También habría que modelar e instrumentar la congelación y/o disminución escalonada de salarios, de gastos en gasolina y celulares públicos en el sector público nacional y territorial durante 5 años, la disminución a la mitad del presupuesto de los congresistas en las Unidades de Trabajo Legislativas, (1.63 billones en el 2019), que dispongan de un solo carro, un celular, menos tiquetes de avión a sus regiones, cerrar parte de las decenas de entidades creadas durante el gobierno anterior, etc. El decreto de racionalización de gastos reciente se quedó corto. Utilizar parte del margen de expansión monetaria, en un contexto de orientación keynesiana, agilizar la venta de los bienes de la SAE y de Cisa, entre otros.
En conclusión, es necesario disminuir las tensiones sociales, políticas, macroeconómicas, de salud, internacionales, etc. Como decía López: "Nadie arriesga lo que no está dispuesto a perder".