Quién iba a creer que aquel abogado oriundo de Manzanares, al que vislumbraban como como una gran intelectual, fuera a terminar siendo uno de los peores políticos en la historia de Colombia.
Humberto de la Calle, era tildado por los periodistas caldenses como un gran académico y jurista, de hecho, llegó a ser Decano de la Universidad del Caldas, la misma de la que egresó años atrás como abogado.
Algunos allegados suyos afirman que quiso sobresalir en el campo de la literatura y divulgó junto con el escritor y poeta antioqueño Gonzalo Arango Arias la filosofía del nadaísmo y del existencialismo. Igualmente, algunos de sus coetáneos sostienen que solía desvelarse leyendo a Baudelaire y a Rimbaud.
Sin embargo, esa proyección de “notable intelectual” no perduraría por mucho tiempo, atendiendo a su vinculación a la política, defendiendo con vehemencia los intereses políticos de sus custodios. Y es que siempre se ha destacado por su falta de convicción con alguna ideología en particular, al militar en ligeros extremos partidistas.
Fue, precisamente, la década de los 90 su etapa apoteósica en la política colombiana, al haberse consagrado como Ministro de Gobierno del entonces Presidente Cesar Gaviria y siendo el responsable de dirigir el proceso de la Asamblea Nacional Constituyente. En 1993 renunció a su ministerio para convertirse en el candidato del Gobierno; a pesar de que tenía el apoyo del ejecutivo perdió la consulta popular frente al reprobable Ernesto Samper. Ello, no sería obstáculo para aceptarle al “victorioso” Samper la vicepresidente de Colombia; cargo que defendió en la Asamblea Nacional Constituyente y que hasta la fecha no ha servido para nada, o quizás sí, como por ejemplo, para que Germán Vargas Lleras hasta hace poco hiciera campaña presidencial con los dineros públicos y se olvidara de sus verdaderas funciones.
Volviendo al hilo central de la discusión, la titularidad en la vicepresidencia solo le duraría dos años, ya que tras el bochornoso escándalo del proceso 8.000, “indignado” por lo sucedido y movido por su “ética” renunciara al cargo encomendado, eso sí, no sin antes haber logrado que la cámara de representantes concluyera la investigación en su contra para convertirse en enemigo acérrimo de los samperistas. Pero como era de esperarse, dicho “divorcio” tendría un remedio vulgar: Samper no tuvo opción distinta que negociar con su traidor para que este lo dejara de incomodar, ofreciéndole la embajada de Colombia en España, designatura que de la Calle no dudaría en aceptar, sabrá Dios si la ética que lo llevo a renunciar fue la misma que empleó para aceptar la embajada. Lo que sí se sabe es que dicho arreglo se hizo conforme a los acostumbrados actos miserables de la clase política colombiana.
Años posteriores, con Andrés Pastrana en la Presidencia, aceptó ser Embajador de Colombia en el Reino Unido y en su retorno al país, en plenos diálogos en el Caguán fue Ministro del Interior, en el periodo comprendido entre el 2000 y 2001. De la mano de Álvaro Uribe Vélez, llegó a ser embajador de Colombia ante la OEA. Importante destacar que para esos años se convirtió en íntimo amigo de Uribe, hasta el punto de servirle como asesor jurídico cuya principal tarea fue patear la Constitución, impulsando el mal de la reelección en el País.
Hoy resulta inadmisible aceptar la falsa paz impulsada, pues de la Calle con un nuevo jefe político, como lo es el nefasto de Juan Manuel Santos, ocupará otro lugar en la historia del país, y no, precisamente, por ser el negociador con los guerrilleros sino por haber pateado una vez más la Constitución de 1991, al haber fungido – por debajo de la mesa – como constituyente primario, negociando acuerdos que van en contra de la esencia y principios de la Carta Magna.
Y como dicen por ahí ¡el que no conoce la historia está condenado a repetirla¡ así como en su momento de la Calle representó los intereses y fue candidato de Cesar Gaviria, indiscutiblemente, en esta ocasión, representará los intereses y fungirá como candidato de Santos. En esta ocasión espero, se vuelva a quemar como en las elecciones de 1994.
¿Qué podría aportar al país un politiquero que está acostumbrado a traicionar a sus protectores y desfilar en los extremos ideológicos de los partidos políticos sin conservar una filosofía propia? Nada. Humberto de la Calle, ya nos ha demostrado de lo que es capaz de hacer con tal de mantenerse visible en la esfera política colombiana, vender su dignidad política y profesional al mejor postor.
Hasta acá un breve recuento: fue Registrador Nacional del Estado Civil, cargo que ocupó gracias a su mecenas Belisario Betancur. De la mano de Fernando Uribe Restrepo fue Magistrado de la Corte Suprema de Justicia luego del penoso suceso del holocausto del palacio de justicia. En 1990 con un nuevo padrino político como lo fuera Cesar Gaviria asume como Ministro de Gobierno y ostentó la última designatura en la presidencia para después renunciar y ser el candidato de ese Gobierno en las elecciones de 1994. Derrotado, asume como vicepresidente del ominoso Ernesto Samper por dos años, hasta su renuncia por el escandaloso proceso 8.000 pero no olvidemos que esos dos se reconciliaron con el nombramiento de una Embajada. Con Pastrana -el antiguo rival de su ex jefe Samper, al que traicionó movido por su “ética”- fue también Embajador y parte de su gabinete ministerial. En el 2002 con el Dr. Uribe Vélez llegó a la OEA y después de una aparente afabilidad demostrada hacía su nuevo jefe, promovió esa dañina institución llamada reelección –la misma a la que se opuso años más tarde. Y todos sabemos cuál fue su misión con el actual Gobierno: haber construido una falsa paz, desconociendo el interés de todo el pueblo colombiano y sobretodo el ordenamiento jurídico nacional.
Humberto, es un lobo disfrazado de oveja. El universo nos libre de un pérfido más en la casa de Nariño.