Humanizar la política, el sueño por el que trabajo

Humanizar la política, el sueño por el que trabajo

"La esperanza y la utopía son nuestras compañeras en la lucha diaria, y aunque estamos a pasos de gigante de distancia, caminando nos acercamos"

Por: Navin Gonzalez
mayo 09, 2018
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Humanizar la política, el sueño por el que trabajo

Soñar es al parecer la única forma de viajar por el mundo, estudiar, acceder a un buen servicio de salud, justicia, derechos humanos, una pensión mínima al llegar a la vejez, dado que en la realidad que construimos funcionan a media las entidades capaces de brindar esos derechos a la mayoría de los constituyentes primarios. Aunque muchos de estos logros se conquistaron en Europa y EE.UU., por lo visto en esta parte del mundo apenas se alcanzan a ver pequeños pero sistemáticos cambios estructurales en ese aspecto debido al surgimiento de luchas sociales.

No puedo aceptar que en estos meses que van del 2018 en estudio permanecen 58 casos de muertes por posible desnutrición, según reportó el Sistema Nacional de Vigilancia en Salud Pública. Mucho menos que a más de ocho millones de víctimas del conflicto no se les trata dignamente y cerca de siete millones aún esperan reparación integral. Adicional a todo eso, hay transnacionales disfrazadas por licencias para contaminar o sembrando miles de hectáreas en monocultivos, desplazando la fauna y flora, mientras destruyen nuestra tierra.

“Los sueños sirven para comunicar todo aquello que la mente consciente no puede aceptar”, decía Freud y más claro no pudo expresarse el especialista en el tema. Sin embargo, es compleja la interpretación de los mismos cuando crees que despertar es entrar en una pesadilla, por eso, lo más adecuado de acuerdo a mi óptica en esta situación es aferrarse a la esperanza y nunca soltarla; ella te invita a mirar miles de escenarios posibles, cientos de situaciones diferentes y junto a ella vas al camino que conduce a esa isla que Thomas More llamó Utopía, que a pesar de ser irreal al final, tiene un sentido.

Ahora bien, en un escrito de la Universidad de Montevideo me encontré con una frase que llamó mi atención: “Los sueños no se cumplen, se trabajan”. Así pues, contradecir esta apreciación es ir en contra de nuestras condiciones existenciales, ya que es una invitación a soñar un mundo, país o sociedad distinta y trabajar por ello. La esperanza y la utopía son nuestras compañeras en la lucha diaria, y aunque estamos a pasos de gigante de distancia, caminando nos acercamos. No basta cerrar los ojos, la única herramienta es actuar de frente a los problemas del mundo. Los hombres que han realizado los cambios profundos en la historia nunca dejaron de soñar.

Sin embargo, siempre en un juego dialéctico surgen los opuestos que mediante engaños, poder mediático y demás instrumentos de guerra quieren apagar la idea de un mundo distinto, debido a sus intereses. Su fundamentalismo ideológico con sesgos maquiavélicos transmitidos por un discurso que toca solo emociones, típicos del populismo elitista, deja a un lado la razón, produciendo algunos de los problemas más arraigados en la sociedad contemporánea.

Por ejemplo, la desigual es ese primer obstáculo que hallamos en la caminata hacia nuestros sueños. Solo una franja mínima de la sociedad puede hablar de soñar despiertos —Colombia es el tercer país más desigual del mundo según la ONU—, y aunque los opuestos a nuestros sueños le llaman constantemente “odio de clases”, no es así, es decir con argumentos válidos una realidad que nos afecta a todos.

Lo anterior se refleja en el pequeño campesino que produce alimentos y labra la tierra con miles de necesidades,  y a la vez con los grandes latifundistas que regularmente se ven beneficiados con altos créditos públicos. Incluso, especialistas en la Universidad Nacional concluían  que la problemática agraria está en la concentración de tierras, la cual “llevó a consolidar un régimen que hoy, según las propias estadísticas oficiales, presenta un cuadro en donde el 1% de las familias ricas en el campo concentran aproximadamente el 60% de la tierra apta para producir, eso de alguna manera no es presentable. Y al mismo tiempo ese poder de la tierra económico también da poder político”. Así mismo, en ese orden cada apéndice del estado funciona alrededor de intereses particulares que en contraprestación garantizan la estabilidad en el poder nacional.

Trabajar por nuestros sueños no exige horario, se hace diariamente desde el aula, la oficina o donde estemos. Todo esto demostrando que el derecho a soñar está vigente en el sentir popular, y como lo ha demostrado la dirigencia estudiantil: si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir.

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