El 5 de agosto del 2016, se celebró el día del taxista y pareciera que para festejarlo, Hugo Ospina, presidente de la Asociación de Propietarios y Conductores de Taxis, decidió incursionar en el discurso terrorista.
Ospina estuvo anunciando la semana pasada y a través de diferentes medios como La F.M. y Blu Radio, que uno de estos días los bogotanos iban a despertar y a encontrar la ciudad colapsada por un paro sorpresa orquestado por su gremio. La razón: la falta de regulación para Uber por parte del gobierno.
Hasta aquí, nada nuevo. Lo novedoso y también peligroso es que el señor Ospina dijo que los taxistas se habían cansado ya de las vías pacíficas y esta vez apelarían a otros caminos.
Con un tono beligerante, el vocero de los propietarios de taxi amenazó, no solo al Estado, sino a la ciudadanía, al mejor estilo paramilitar, ya que al considerar que la justicia y la ley están resultando inoperantes de acuerdo con sus criterios, consideran que lo más justo es tomarse la justicia por sus manos.
En su ensayo Para una crítica de la violencia, el sociólogo alemán Walter Benjamin explica que todo ente que amenace o desafíe el monopolio de la fuerza en un Estado, prácticamente y de inmediato adquiere la facción de un para–Estado.
Así mismo, el terrorismo se define como un tipo de lucha política que a través de medios violentos pretende subvertir el orden establecido, o simplemente generar una atmósfera de miedo e inseguridad a partir de la intimidación.
Algo así como lo que se la pasó haciendo toda esta semana este señor, junto con su grupo de belicosos.
Pero como si fuera poco, dijo: "Le estamos pidiendo al Gobierno nacional que se ponga los pantalones, porque no vamos a permitir que se desafíe la institucionalidad, nosotros vamos a ser desafiantes con el Estado y le decimos al presidente de la República que no le vamos a votar el Plebiscito, así como nos dijo públicamente que Uber era ilegal y nos pidió votos hoy le decimos no al referendo y no a La Paz".
Como si acaso La Paz fuera una moneda de cambio.
Pero esto muestra cómo se hacen las cosas en Colombia y los criterios que determinan las decisiones y elecciones que definen el horizonte político del País.
Acá no se vota porque se esté o no de acuerdo con una ideología, propuesta o convicción, no acá eso es lo de menos. En una cultura mafiosa como la nuestra lo que importa es qué favores me has hecho o cómo me has "ayudado" para que yo vote por lo que quieres...
Qué triste que justo hoy, que las delegaciones del Gobierno colombiano y las FARC darán a conocer los protocolos que especifican el acuerdo de cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, un taxista nos recuerde que el terrorismo y la corrupción van mucho más allá de un fusil o una campaña electoral, pues germinan en la más pequeña y cotidiana de las acciones.
Publicado originalmente en septiembre del 2016