No habían pasado dos horas del incidente violento con un Uber cuando ya Hugo Ospina, presidente de la Asociación de Taxistas, estaba hablando en los medios. Dos taxistas habrían quemado un Volkswagen 2016 en Suba al norte de Bogotá, y Ospina antes de cuestionar el hecho dijo: "Que el gobierno no espere que haya un muerto(…) para solucionar nuestros problemas".
Hugo Ospina ya ha mostrado que a la hora de defender los intereses de los taxistas, al parecer, no tiene límites. El 10 de marzo del 2016, mientras los Rolling Stones terminaban su concierto en El Campín, al otro extremo de la ciudad, en el parque de la 222, estallaba el festival de música Estereo Pícnic. Esa noche 200 mil bogotanos en la calle esquivaban la lluvia mientras desesperados esperaban los taxis que no aparecían. La escasez de transporte público habría sido producto de una maniobra de Ospina. El día anterior había amenazado al Secretario de Movilidad de Bogotá con sellar el Estereo Picnic y los alrededores de El Campín si se permitía el servicio de Uber. Los usuarios no tardaron en poner las quejas. Esa noche los taxistas abusaron de la necesidad de los asistentes al concierto y cobraron cinco veces más del valor de la carrera y en junio, un puñado de ellos, se amarró durante diez días frente al edifico Manuel Murillo Toro, donde funciona el Ministerio de las TIC, en una huelga de hambre que buscaba presionar al gobierno para sacar a Uber.
Ospina probaba una vez más su poder, como lo había hecho en julio del 2015 después que el vicepresidente Germán Vargas Lleras desafiara a su gremio diciendo públicamente que legalizaría Uber. Entonces organizó una caravana desde el centro de la ciudad hasta el aeropuerto El Dorado. Allí más de 800 taxistas lo acompañaron. Ospina convirtió el techo de su auto en tarima para recordar que no cedería en su propósito de bloquear a Uber en Bogotá. La ministra de Transporte, Natalia Abello, firmaba un decreto limitando la presencia de Uber en las calles.
Una de las conversaciones entre taxistas en donde se invita a "despelucar los blancos", emitida por Caracol Televisión.
Días después el escándalo se desbordaría. El líder de los taxistas ordenó la creación de 52 bloques de búsqueda para detectar Ubers en Bogotá y sin más bajar a los pasajeros que ellos consideraban ilegales de los vehículos. Las redadas de los ‘amarillos’ contra los ‘blancos’ fueron cada vez más comunes y beligerantes. Muchos automóviles de color blanco –ajenos a la guerra decretada por los taxistas– empezaron a rodar por Bogotá con letreros de ‘Yo no soy Uber’, para evitar ser objetivo de los amarillos. Y las críticas cayeron sobre Ospina. En redes sociales lo acusaron de paramilitar y circuló el rumor de que cuatro taxistas habían agredido a un conductor de Uber en La Floresta, al occidente de Bogotá. Los ánimos estaban caldeados y Ospina no ayudaba a enfriarlo. Tenía en la sangre el fragor del conflicto que no disimulaba en su canal de Youtube en el que se ha atrevido hasta a acorralar a funcionarios del gobierno como ocurrió con la ex ministra de Transporte Natalia Abello el año pasado.
A pesar de los riesgos y de las amenazas de Ospina, Uber parece imparable en Bogotá. Para no ir muy lejos, el año pasado 4.000 taxistas amarillos migraron a Uber, sacrificando los 120 millones que habían pagado por el cupo y el servicio de carros particulares –Uber- rueda con fuerza y el aplauso de los usuarios de la ciudad.
Video de cómo varios taxistas amedrentan a un conductor y una pasajera en un vehículo