Hoy todos somos perdedores

Hoy todos somos perdedores

"La vida nos dio un giro de 180 grados, sin darnos cuenta. Lo peor del caso es que aún no sabemos cuándo esto acabará". Crónica

Por: Daniela Sofía Castrillón Peña
abril 22, 2020
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Hoy todos somos perdedores
Foto: Leonel Cordero

Jueves 19 de marzo, me despierto a las 7:00 a.m., como todos los días, me levanto de mi cama, alimento a mi perro y decido empezar a arreglarme; el día estaba un poco nublado, así que prefiero abrigarme, un gabán beige acompaña mi día, decidí empacar una sombrilla, pues el pronóstico del clima en Bogotá decía que llovería en la tarde.

Al salir de mi casa empiezo a notar que el ambiente es algo tenso, la ciudad continuaba con normalidad, pero todos se miraban por encima de los tapabocas con algo de inseguridad, decido cubrir mis manos con guantes de látex, en las noticias anuncian que el COVID-19 puede contraerse en cualquier lugar, así que siento que es una buena manera de evitar contagiarme.

La máquina del TransMilenio avisa que la próxima parada es Av. Jiménez, centro de Bogotá, ya debía bajarme. En ese momento pensé que el trabajo iba a estar pesado como todos los jueves, salí de la estación, noté que había varios vendedores ambulantes, pero muy pocos compradores, uno de ellos vendía tapabocas, algo inusual en las ventas callejeras.

Continué mi camino, faltaban solo 5 minutos para las 9:00 a.m. Al llegar el centro comercial encontré que estaba prácticamente vacío, muy pocos locales abiertos, todos se miraban con todos, pero ninguno pronunciaba palabra alguna. Decidí ir por un café a la tienda del lugar, en ese momento Susana, la que atiende el lugar, me mira y dice: “El centro comercial (El madrugón del calzado) va a estar sellado por varios días”.

Decido regresar rápido donde mi superior para poder comentarle la situación, ella mirando su celular, y con un leve cambio en su rostro, se sienta y dice: “No se cómo vamos a hacer, estamos obligados a cerrar el local”. El centro comercial decide cerrar hasta el 20 de abril debido a la propagación del virus y el anuncio de simulacro de emergencia; el silencio se apodera del lugar.

Después de varios minutos, el celular suena, la dueña del local nos da la orden de organizar todo para evitar problemas durante el tiempo que el local deba estar cerrado, nos disponemos a poner cada cosa en su lugar y organizar la bodega; el frío empieza a ser un poco más penetrante, las gotas de lluvia empiezan a caer y todos los rostros reflejan preocupación.

El reloj marcaba las 4:00 p.m., ya todo estaba listo para cerrar. Con algo de nostalgia salimos del local, la señora de al lado, se nos acerca y con lágrimas en los ojos nos dice que la esperemos, en su rostro refleja la preocupación de una decisión tan drástica, las consecuencias de cerrar son nefastas, más en una época tan pesada.

Me acerco a la cafetería, Susana me dice: “Ojalá esto acabe pronto”. Salgo del centro comercial, miles de cosas pasan por mi cabeza, el solo hecho de saber que miles de personas en ese instante estaban sintiendo lo mismo que yo se apodera de mí, saber que personas que viven del día a día están padeciendo una doble angustia.

Ese día y ese recuerdo aún los tengo presentes, no paro de pensar en cómo la vida nos dio un giro de 180 grados, sin darnos cuenta. Lo peor del caso es que aún no sabemos cuándo esto acabará. El día de hoy valoro más los abrazos, las visitas, el sol, la vida, pues como dice la canción: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde". Por el momento somos perdedores.

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