Se cumple un mes de paro nacional y para muchos –incluyendo el inerme gobierno– pareciera que hoy no existe un norte: la incertidumbre impera en el horizonte político y social colombiano. No obstante, es posible, con base en algunos elementos hacer una lectura que trate de dar una luz frente a las posibles soluciones a la actual crisis que vive el país. Este análisis lo he dividido en tres momentos: el uribismo, la naturaleza del paro y las posibles soluciones.
El uribismo
El uribismo está muriendo y con él muere también cierta parte del culto a la mafia que nos quedó como parte del auge del narcotráfico durante los años 80 y 90 y, por otra parte, como secuela del paramilitarismo y su actuar político. Es una muerte dolorosa que le ha costado a Colombia y a sus juventudes muchas vidas. Sin embargo, en su afán por sobrevivir esta implementando algunas estrategias que describo a continuación:
Una doble moral: El uribismo ha querido apostarle al doble discurso. A nivel interno la respuesta a la protesta ha sido violenta mientras posan de demócratas de cara a la comunidad internacional. Esta estrategia no ha funcionado y hoy tiene al gobierno en apuros; y no ha funcionado, fundamentalmente, porque pese a la complicidad de los medios de información tradicionales la capacidad con la que rápidamente se difundieron los videos de los abusos a través de redes sociales (pese a los intentos de censura) puso en evidencia el actuar criminal del gobierno ante el mundo y esto la comunidad internacional lo ha visto y se lo ha de cobrar caro. Simultáneamente, la escalada de violencia y la generación del caos es parte de la estrategia que ha implementado el uribismo con una particular característica: estar segmentada, fragmentada, generar focos a lo largo y ancho del país. Para ejemplificarlo un poco, un día asesinan a alguien en Pereira, otro día los disturbios son en Popayán, otro día en Cali, otro en Bogotá y así, generando focos de violencia en lugar de hacer arder el país en su totalidad. Esto con el propósito de amedrentar a los manifestantes, de sembrar el miedo. Por fortuna y para su sorpresa las juventudes y los manifestantes después de perderlo todo perdieron también el miedo. Quienes protestan hoy no tienen miedo y por eso siguen un mes después en las calles, y para mala hora del uribismo no van a ceder en el reclamo de sus derechos.
No hay voluntad de diálogo: El gobierno se niega a dialogar. Ha encontrado mil excusas para evitar el diálogo y los gestos de desprecio a los reclamos de la gente son evidente. En ese sentido la Arquidiócesis de Cali ha denunciado esta falta de interés y el comité del paro igualmente denuncio maniobras dilatorias por parte del gobierno. Simultáneamente el Centro Democrático, en cabeza de su líder (el exsenador Álvaro Uribe), se pronunció en un comunicado en donde expresaba de manera explicita la no intención de dialogar con el comité del paro bajo la excusa de los bloqueos. Igualmente se echó para atrás con las negociaciones y acuerdos logrados en Buenaventura y alegó una parainstitucionalidad, dejando sin margen de acción a quienes negociaban. Por otra parte, su actuar ha sido claro: siempre que se llega a un acuerdo con un gobierno local, el gobierno nacional irrumpe violentamente con el Esmad calentando de este modo los ánimos para así invitar a las partes a no dialogar; es decir, mientras los gobiernos locales llegan a acuerdos el gobierno agrede a los manifestantes para motivarlos a que estos incumplan. Así lo denunciaron los alcaldes de Jamundí y de Cartago, por ejemplo.
Deslegitimación e infantilización de la protesta: frente a los manifestantes el uribismo ha tenido una actitud cínica. Por una parte, los señala de vándalos, de terroristas, de estar infiltrados, de ser vagos y los reprime con violencia. Simultáneamente infantiliza sus reclamos y saca paños de aguas tibias como retirar la reforma a destiempo o mas recientemente invitar a las empresas a pagar mas impuestos asumiendo que con este “dulce” le va a dar contentillo a quienes se manifiestan, como si lo que reclama la gente en las calles como cuerpo político fueran meros caprichos que se pueden solucionar con acciones a medias y condescendientes. Este ultimo aspecto nos lleva al segundo punto.
La naturaleza del paro
La naturaleza del paro es otro de los aspectos en los que se ha fallado en su lectura. Muchos lo han reducido a las motivaciones iniciales (el retiro de la reforma tributaria) y otros a la mano negra de algún político de izquierda. Se equivocan. Hoy el paro es algo muy diferente, es un sujeto y no solo un sujeto, un sujeto cambiante.
Muchos se preguntan porque no dejaron y protestar cuando se retiró la reforma. La respuesta es sencilla: las motivaciones cambiaron y los reclamos de la gente se acrecentaron primero porque vieron el poder que, como sujeto político, como ciudadanía en las calles, tienen; es decir, se reconocieron como la razón de ser de la democracia. Segundo, porque la violencia desplegada por el gobierno y con ella las muertes de manifestantes, hijos y hermanos, cosechó un resentimiento hacia el gobierno y lo que inicialmente intentaba amedrentar a los manifestantes terminó convirtiéndose en una motivación para no abandonar las calles.
A un mes de paro nacional la manifestación está más viva que nunca. Eso hay que entenderlo y aceptarlo. No hacerlo puede tener graves consecuencias. El gobierno lo ejemplifica muy bien: ha apostado al desgaste del paro y no le ha funcionado. Reconocerlo también implica ver al paro como un sujeto que cambia y con este sus motivaciones. En este momento el paro tiene una motivación muy clara: el desmonte de la violencia policial. De no atender este reclamo es posible que la próxima motivación sea destituir al gobierno. La gente ha sido paciente, la gente está dispuesta a esperar a nuevas elecciones, Colombia ha sido un país resistente; pero de no atender el reclamo alrededor de la brutalidad policial, no me cabe la menor duda de que el paro puedo ir por el gobierno.
Posibles soluciones
El uribismo tiene solamente dos caminos. El primero es aceptar su derrota, llegar a acuerdos con la ciudadanía, aceptar su caída y esperar como poco a poco su movimiento político va a ser borrado de la historia nacional, va a ir perdiendo representación y sus seguidores quedaran siendo una minoría que profesara su inmoralidad política en la intimidad, como los nazis. El segundo es el de la toma del poder de forma violenta, dictatorial. Parece ser que este es el camino que están dispuestos a tomar. Evidencia de esto es el fantasma de la conmoción interior que se ha ido implementando poco a poco en un ejercicio de militarización de las ciudades y las regiones.
Por su parte el paro tiene igualmente dos caminos. El primero es persistir en la protesta y resistencia pacífica y multitudinaria. Esta es sin duda la mejor salida, le dará a la ciudadanía todo lo que se proponga, así lo ha demostrado la historia. No obstante, esta salida tendrá un costo social en vidas, así lo hemos visto en lo que va corrido del paro. La segunda es la salida de las milicias urbanas. Esta sería la peor de todas, dejaría a Colombia en un escenario de guerra civil que solo perpetuará la muerte y la violencia y que, de paso, le permitirá al gobierno justificar su actuar dictatorial.
Hoy Colombia se está jugando la democracia. Hoy el pueblo colombiano se está jugando sus derechos, el derecho a hacer parte de esta tierra y reclamarla como propia. No son las instituciones, no. Hoy el poder público no representa a Colombia: el ejecutivo ejerce de forma violenta y dictatorial, el legislativo está arrodillado al poder y es inexistente su representatividad; y el judicial pareciera no actuar. Hoy la democracia se vive en las calles, la hacen la gente y solo ellos, quienes están afuera, tienen el poder para restablecer ese sueño de país llamado Colombia.