No solo hay que aliviar a las personas y las empresas que ven reducidos sus ingresos. Hay que apoyar a firmas de sectores que no son viables en la forma en que venían operando, simplemente porque la pandemia ha derribado sus actuales modelos de negocios. Bien para que cambien de rama de actividad, bien para que le den un vuelco a su oferta de valor dentro del mismo ramo. Hoteles y empresas de transporte, enfocados en turismo, son parte de aquellos a los que las reglas de juego les cambiaron de forma radical.
Todavía hay quienes creen que abrir la economía es una cuestión que depende de la voluntad política de los gobernantes, con el objeto de continuar “como antes”. Que si en mayo, que si de manera intermitente. Algunos, contraponiendo el tema sanitario al económico, han llegado al absurdo de meterle ideología: es de izquierda abogar por más cuarentena y viceversa. Vaya miopía.
Como se ha visto en distintas partes del mundo, muchos mandatarios han tenido que echarse para atrás por la fuerza de la evidencia, incluyendo a Donald Trump, Boris Johnson, AMLO y Bolsonaro. La economía no se puede mover si la gente se muere a borbotones. En esa línea, está fresca la intervención de nuestra ministra del Interior, negando la necesidad de la cuarentena... la antevíspera de ser ella decretada.
Es claro que el frenazo a la economía tiene consecuencias muy graves. Que la liquidez de innumerables empresas, por reducción o ausencia de ingresos, se desploma y que el desempleo se multiplica. Las medidas económicas apoyando a las empresas, particularmente a las pequeñas, los períodos de gracia a deudores, son razonables. Sin embargo, han sido de corte transversal, es decir, aplicables para todos los sectores, sin considerar que, probablemete, habrá algunos de ellos que, en la línea de las dificultades respiratorias que ocasiona el coronavirus, no tendrán oxígeno suficiente en los próximos años.
No solo está sobre la mesa, entonces, la decisión acerca de cuándo concluir la cuarentena. Se trata, en realidad, de construir escenarios diferentes en el mundo de la producción y el empleo para sectores específicos.
Hay ramas que estarán postradas, probablemente, por varios años. Uno de los primeros, el turismo. Hoteles y las decenas de miles de empresas que forman parte del ´cluster`, incluyendo restaurantes y las de transporte local, las que organizan eventos, verán reducida la demanda en forma drástica aún después de concluidas las cuarentenas.
La revista Dinero estimaba, en enero pasado, que en el 2020 llegarían a Colombia unos cinco millones de turistas extranjeros que gastarían alrededor de US $ 6 mil millones. Eso no va a ocurrir. (Entre otros datos, el turismo de los cruceros, que se oxidarán por razones obvias, era uno de los más promisorios).
El ingreso de extranjeros se restringirá a los viajes de negocios necesarios y, probablemente, a encuentros profesionales, aunque es de esperar que los congresos y convenciones multitudinarios de todo tipo se extingan por un largo periodo, teniendo en cuenta que las tecnologías digitales permiten los encuentros virtuales en forma ágil y económica.
El turismo interno se reducirá, también, en forma considerable. La imagen de hoteles con sus piscinas atestadas de turistas y las multitudinarias fiestas de año nuevo, con cena y orquesta, solo para poner un ejemplo, no la veremos durante un par de años. Habrá viajes a casas de familia (el modelo Airbnb tendrá demanda) y desplazamientos relacionados con el trabajo. Las grandes cadenas tendrán que reinventarse y ofrecer sus servicios con tasas medias de ocupación.
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Piscinas atestadas de turistas y las multitudinarias fiestas de año nuevo, con cena y orquesta no las veremos durante un par de años
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Hay opciones, desde luego, para el sector, tanto para el turismo extranjero como para el nacional. Nunca, como antes, el turismo ecológico podría tener una mejor oportunidad, entre otros aspectos, por la garantía de no congestión humana. El miedo a la muchedumbre, o ´chichonera` como decimos en Bogotá, llegó para quedarse un buen tiempo.
Otro sector postrado, sobran los detalles, es el de las aerolíneas y, con él, el de los transportes, ambos postrados en la lógica anterior.
La pregunta, en este caso tanto al gobierno como a los gremios asociados al tema: ¿Cómo reconvertir los hoteles, ofreciendo más espacio por persona a precios más baratos? ¿Cómo promover el turismo ecológico? ¿Cómo formar los recursos humanos para que sean, realmente, competitivos? ¿Cómo lograr que las líneas aéreas rebajen, de forma sustancial el precio de los tiquetes y, a la vez, promuevan vuelos con media ocupación?
Hay muchos temas por desarrollar en otros ámbitos vinculados a la seguridad sanitaria cuando la economía se abra. Millones de personas seguirán utilizando el transporte público. Quizás haya que introducir sucesivas horas de inicio de jornadas laborales que permitan diluir la peligrosa congestión en los buses y los lugares de trabajo. Turnos de 4 a. m. a 12 m, 6 a. m. a 2 p. m. y así sucesivamente, evitando los picos...
El teletrabajo puede convertirse en norma obligatoria para múlltiples áreas ocupacionales de aquí en adelante. En las medianas y grandes empresas las áreas financieras y contables, las de planeación, por ejemplo, pueden teletrabajar de forma permanente. Bajo la condición de contar con la suficiente conectividad, los equipos adecuados y la clara comprensión del teletrabajo, que no radica, simplemente, en trabajar en casa.