Uribe y los uribistas, Petro y los petristas deben tener todas las garantías para expresarse libremente en cualquier ciudad, en cualquier rincón del país. Las ideas con las que no se esté de acuerdo se deben rechazar en las urnas y no con violencia física.
A algunos les puede parecer que Petro es la encarnación criolla del castrochavismo, promotor de la destrucción de Colombia por la vía de Venezuela. A algunos otros, que Uribe es patrocinador de paramilitares y autor intelectual de los falsos positivos, o que él es Él. Cualquiera sea la realidad y la percepción de ella, cualquiera sea el dictamen de la justicia, la vida de Petro y de Uribe y las de sus seguidores, es sagrada, al igual que la de cualquiera que decida hacer política pacíficamente.
El viernes pasado la polarización y la intolerancia se impusieron en Cúcuta y Popayán. Enemigos de Petro agredieron la caravana del candidato cerca de la Plaza de Santander en Cúcuta. En Popayán hubo disturbios por protestas contra la visita de Uribe. Dos situaciones diferentes de violencia, sin víctimas fatales por fortuna, en medio de lo que se supone debería ser un debate electoral pacífico.
La trampa del no reconocimiento del otro se manifestó de nuevo el viernes después de los hechos de Cúcuta y Popayán. Del lado de los seguidores de Uribe se quiso minimizar lo ocurrido con Petro y viceversa. Es el equivalente a la exaltación del dolor por los muertos propios y el desprecio por las víctimas que se consideran ajenas.
La trampa del no reconocimiento del otro se manifestó de nuevo el viernes
después de los hechos de Cúcuta y Popayán.
Los seguidores de Uribe quiseron minimizar lo ocurrido con Petro y viceversa
En otras palabras: no solo debe haber garantías para que unos y otros puedan expresar sus ideas de campaña, lo que compromete a las autoridades civiles y militares. De parte de todas las toldas políticas, derecha, centro, izquierda, debe exigirse el respeto a los contradictores políticos y a lo que expresen en sus actos de proselitismo.
Uribe y Petro: den ejemplo y rechacen, también, toda violencia, incluida la ejercida en contra de sus adversarios políticos. ¡Se fajarían!
Los actos de violencia deben ser rechazados sin vacilar por todas las partes contendientes en este año de elecciones para Congreso y presidenciales. Me gustó Robledo en las redes, el viernes por la noche: “Ninguna agresión dirigida a impedir que las diferentes ideas políticas puedan expresarse le sirve a los colombianos. Los actos contra Petro en Cúcuta y contra Uribe en Popayán no han debido suceder. Me uno a las voces que piden sensatez y garantías democráticas para todos”.
El lenguaje desmedido, agresivo y polarizante de algunos dirigentes políticos y seguidores es combustible que genera violencia física. Es lamentable que, en casos de algunos notables, se apele a la eliminación del otro, con la complacencia de muchos.
Un trino con algunas peculiaridades ortográficas de @Popeye_leyenda apareció el martes pasado: “Si El Comandante Carlos Castaño Gil. No mata en 1990 a Carlos pizarro León Gómez. Colombia hoy sería peor que Venezuela. No tenemos memoria. Hoy Gustavo petro lidera las encuestas. Compañero de Carlos Pizarro. Las encuestas son una Farza pero son muy peligrosas.” Centenares de corazoncitos de apoyo ha recibido la invitación al crimen. ¿Qué opinan los ejecutivos de twitter?
Honrar la palabra es una clave vital de la democracia, la manera de hacer política sin armas. El contrincante electoral no es el enemigo para aniquilar.
Respeto para Uribe y para Petro, respeto a la democracia
