Mucho se ha hablado sobre el homenaje al Mono Jojoy, y me recuerda que la primera vez que visité una zona veredal de las Farc (en ese momento en proceso de desarme) fue el 26 de marzo del año pasado. Ese día habían dos cosas importantes: en primer lugar, a unas seis horas de donde estábamos, el municipio de Cajamarca votaba respecto a la explotación minero-energética en su territorio, pero además era el noveno aniversario de la muerte de Manuel Marulanda. Fue una experiencia algo bizarra. Salimos de Bogotá muy temprano, casi a la madrugada, y por algún lugar llegó la noticia de que esta era la fecha de aniversario. Me impactó porque poco antes había sido mi propio cumpleaños, se me devolvía la película al año en que murió Manuel Marulanda.
La visita nos permitió conocer la humanidad de quienes durante muchos años habían empuñado las armas en contra del Estado. Entre esa humanidad pudimos conocer a sus ídolos, sus Messis y CR7s. Quienes para ellos eran héroes cuando habían vivido una vida completamente aislada a la de todos nosotros. Para ellos la narrativa era otra. La muerte de Manuel Marulanda no fue para ellos una estrategia táctica luego de las bajas más importantes de la historia de la guerra, sino la pérdida del rumbo que durante más de cuarenta años había marcado su vida. Para ellos era un día de conmemoración, se sentía en el aire con las camisetas que algunos tenían. Lo vendían como el Día Internacional del Derecho a la Insurgencia. Para este lado de la sociedad la muerte de Tirofijo fue un triunfo de la democracia, para ellos su vida fue el más grande triunfo de la insurgencia.
Esto me lleva a una anécdota del proceso de paz en Irlanda del Norte entre el primer ministro británico Tony Blair y el jefe del IRA Martin McGuinness. Entraban los dos, pronto después de la firma del Acuerdo de Viernes Santo, a la sala de reuniones del gabinete de 10 Downing Street. En ese momento McGuinness dijo algo del estilo de: “Acá fue donde se hizo el daño”. Blair estaba de acuerdo. ¿Cómo? ¿Si estaban de lados contrarios del conflicto? ¿Será que alguno de los dos, McGuinness quizás, se estaba arrepintiendo? La realidad es que cada uno veía un lado de situaciones diferentes. El primer ministro Blair se refería a un evento tan solo unos años antes, cuando el IRA había mandado un mortero a este salón donde estaba reunido el primer ministro John Major con su gabinete de guerra durante la Guerra del Golfo. Por otro lado, para McGuinness había sido un daño mucho anterior. Fue en 1922 en ese salón que, para McGuinness al menos, se había decidido la separación de Irlanda luego de muchos años de violencia.
Dos lados de la historia
Toda historia tiene dos lados, me dice mi abuelita cuando se refiere a los otros matrimonios de mi abuelito. Creo que quedamos cortos si decimos que esta historia tiene dos lados. La guerra convirtió a mucha gente en víctimas, y las víctimas necesitan quien los proteja. Mucha gente en las ciudades tomó esos héroes en la política. Desde Jorge Eliécer Gaitán, pasando por la Unión Patriótica y Luis Carlos Galán. Cuando vemos en detalle, las figuras tanto de Petro como de Uribe surgen como protección a diferentes tipos de violencia. Todos tenemos nuestro osito de peluche que nos acompaña en las noches. Todos tenemos uno diferente.
Para quienes vivieron en medio de la guerra, su osito de peluche será un actor armado. En un país donde el Estado jamás fue capaz de ocupar el territorio sería ridículo que fuera de otra manera. Eso es parte de la verdad de nuestro conflicto armado. Para muchas personas, hombres y mujeres, guerrilleros y campesinos de todo tipo el héroe fue el Mono Jojoy. También lo fueron Raúl Reyes y Manuel Marulanda. Para otros el héroe es Carlos Castaño, inclusive Pablo Escobar. No todos vamos a estar de acuerdo, por supuesto, los vídeos del Mono Jojoy como guardián de los secuestrados que hicieron llorar a este país durante la primera década de este milenio siguen en el imaginario nacional. No tenemos que compartirlo, pero si respetarlo.
Esperemos que en Colombia podamos entender que los tiempos están cambiando. La historia será escrita por muchos actores. Hay sectores de la sociedad que tendrán otra forma de ver lo ocurrido. Reconocer la legitimidad de sus relatos es clave para poder reconciliarnos, y construir desde la diferencia lo que nos falta en este país. Por eso yo celebro que la Farc celebre al Mono Jojoy, no celebro al Mono Jojoy pero sí que lloren a sus muertos y celebren sus héroes. Entre todos sabremos que pasó en este conflicto, y qué daños nos hicimos los unos a los otros. Mientras tanto tendremos que convivir desde todas las diferencias.