Para quienes tuvimos el honor y la alegría de contar con la amistad de Ana Cecilia Niño; su deceso el pasado domingo, sin negar el dolor innegable por su partida, nos ha llenado a través de su ejemplo y lucha de fuerzas, para continuar la lucha en pos de lograr la erradicación del Asbesto y por ende de sus efectos silenciosos y mortales que afectan a miles de personas día a día, sin que el Estado tome las medidas necesarias para su control efectivo.
El caso de Ana Cecilia es uno entre muchos, que son diagnosticados diariamente de manera general, sin tomar en cuenta los orígenes y los responsables de una actitud que debería ser considerada como negligencia criminal. El uso del Asbesto se incrementó a partir de la Segunda Guerra Mundial, principalmente vinculado a la industrias de la construcción y automotriz entre muchas otras; en los años 70 su riesgo fue evidenciado, a partir de diversos estudios y se empezó a prohibir en Norte América su uso en construcciones de vivienda y en elementos cotidianos, como las secadoras de pelo y otros más, ante los efectos que su exposición continua tenían en los usuarios. También, se determinó que las plantas donde se mantenía su utilización deberían tener condiciones específicas técnicas, para su procesamiento y manipulación a fin de evitar la contaminación de los entornos.
Tras innumerables y reconocidos estudios; se determinó que la exposición constante a este elemento puede generar que las fibras pequeñas que se desprenden en el aire, se alojen en los pulmones y su permanencia sea duradera; causando cicatrices e inflamación que determinan graves problemas de salud. Por tanto, el Asbesto ha sido clasificado como un cancerígeno humano por organismos como el Departamento de Salud de USA, la Oficina de Protección Ambiental y la Oficina Internacional para la investigación del Cáncer. Bajo estos criterios es innegable el riesgo que su exposición continua genera, en quienes habitan en zonas cercanas a plantas industriales que utilizan este mineral, a quienes trabajan en las mismas o a todos aquellos que lo usan continuamente en sus actividades diarias.
A pesar que toda la Unión Europea y 56 países más, han prohibido su explotación y los correspondientes usos industriales; Colombia mantiene una libre política sin mayores controles, como en tantos otros casos los intereses de los emporios industriales y multinacionales se imponen ante los derechos de los ciudadanos por un medio ambiente sano y la vida misma. Los esfuerzos para que el congreso de la República, legisle a fin de eliminar de tajos estos riesgos y adherir a los tratados internacionales, han sido coartados por los representantes políticos de las zonas en las cuales existen puntos de extracción, fábricas de tejas o tuberías, quienes en muchos de los casos son “donantes” a las campañas políticas de estos supuestos “representantes de la ciudadanía”.
Esta lucha fue abanderada por Ana Cecilia, quien al ver la imposibilidad que en el Congreso prosperara cualquier proyecto de Ley que afectara a estos grandes conglomerados; se vio en la obligación de presentar su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, donde aún cursa su trámite, sin que ella lograra obtener el privilegio del éxito en su dura batalla que el Cáncer gano de manera rápida y cruel. Su ejemplo constituye un modelo real de lucha, en defensa de los derechos propios y de muchos otros que no cuentan con las herramientas necesarias para hacer valer su condición jurídica de ciudadanos y de dignidad como seres humanos.
Como dato positivo la ciudad de Medellín, ha impuesto la obligación a sus contratistas de no utilizar Asbesto en las obras civiles realizadas con recursos del municipio; ojala este tipo de decisiones se tomen en otras ciudades del país y se conviertan en la regla general y no en una excepción solitaria. En tanto los ciudadanos en nuestra condición de solidaridad, corresponsabilidad y actores sociales, debemos mantener viva la lucha por la defensa de un medio ambiente sano, del reconocimiento de los daños, su reparación, no repetición y asistencia integral a los pacientes víctimas de estos grupos, que a través de su negligencia y con la complicidad de algunos sectores políticos siguen asesinando en nombre del Desarrollo, que nunca realmente será sostenible para la humanidad y el planeta.
Mantenerse firme ante la injusticia, sin miedo al poder. Con el valor y la convicción que infunde lo correcto, debe ser la premisa; tal cual lo enseño con acciones en vida Ana Cecilia y como lo mantendremos vivo en aras de un mejor futuro para las nuevas generaciones.