Mi aprecio por el “bello puerto del mar” es inmenso. En el año 1951 mi padre llegó a trabajar a Buenaventura con la empresa norteamericana Morrison, a la cual el Gobierno nacional le había adjudicado el contrato de la construcción de la carretera Buga-Madroñal-Loboguerrero, e instaló aquí el almacén general de materiales y los talleres para reparar la maquinaria pesada. En 1952 mi madre me tuvo en gestación hasta los ocho meses, pero, debido a la insistencia de mi abuela materna, tuvo que regresar a Tumaco para que yo naciera allá.
Las tías María Luisa y Victoria Paredes Revelo ya habían hablado con el médico, Luis Ablanque De la Plata, para que atendiera el parto, pero no hubo poder humano que convenciera a mi madre para que se quedara en Buenaventura. A los dos meses de haber nacido en Tumaco me trajeron al puerto, y aquí vivimos hasta el año 1953, cuando mi padre fue trasladado con la Morrison para construir la carretera Girardot-Flandes.
En 1968 emprendí el viaje de vacaciones por buque en la ruta Tumaco-Buenaventura. Quedé asombrado con las luces del amanecer que iluminaban el muelle del terminal marítimo, dado que en ese entonces ya se trabajaba las 24 horas del día. Hicimos una parada a desayunar en el Hotel Estación, debido a que nuestro destino era la ciudad de Cali. Me impresionó ver la piscina, que estaba con una lama verde parecida a un caldo de cultivos. Del viaje hasta la capital del Valle recuerdo que transitamos por la carretera vieja, con el obligado baño de agua, que caía desde las montañas hasta el borde del camino, y el almuerzo en el Queremal. Después de mi periodo vacacional hicimos el mismo periplo hasta retornar a la Perla del Pacifico.
En 1985 hice mi tercera estación en el puerto, permanencia que duró ocho años hasta 1992.
Pude vivir una época de fuerte liderazgo político y empresarial. En ese entonces Buenaventura tuvo seis congresistas en el Parlamento: Eusebio Muñoz Perea, Guillermo Valencia Quiñonez, Colón Caicedo Portocarrero, Carlos Sitú López y Atilio Moreno Paz, del partido liberal; y, por parte del conservatismo, estuvo Pedro Vega Vence. Estos políticos incidieron sobre la CVC para que ejecutara el plan de desarrollo para Buenaventura que sirvió para acondicionar la Avenida Simón Bolívar, construyeran el Acueducto, la Terminal de Transporte y el Muro Yusti, para que edificaran varias plazas de mercado en Pueblo Nuevo y las Américas, y erradicaran a los habitantes del barrio San José (San Yu) al continente.
Por la época, existía la Flota Mercante Grancolombiana gerenciada por Rodrigo Carvajal; el terminal marítimo era administrado por Colpuertos, y tuvo como gerentes a Ricardo Sanabria, Miguel Ángel Sepúlveda, y Edgardo Caicedo; la Zona Franca estuvo a cargo de Ricardo Flórez y Marcial Quiñonez; fue construida en Bahía Málaga la Base Naval del Pacifico, y se iniciaron los estudios para construir el Puerto de Aguadulce y el Puerto del Delta del río Dagua.
La actividad cívica era realizada por el Club Rotario 5020, en donde se destacaban Mario Arias, Armando Caicedo Naranjo, el capitán Alfonso Morcillo Dossman, el vate Luis Pérez, Ezequiel El Koury, Javier Orozco, el capitán Miguel Antonio Caro Niño y el padre Antonio Ruiz entre otros; el Club de Leones; la Cámara Junior, y la Fundación La Esperanza del médico Emiro González Paz. A propósito de los rotarios, estos apoyaron de manera económica la iniciativa del ingeniero Roberto Osorio para elaborar el proyecto del Puerto de Aguadulce. En la Cámara Junior se destacaban ejecutivos jóvenes como Víctor Julio González, Julio Correa (Alcalde de la ciudad), Marcial Quiñonez, Samuel Aguirre, Oswaldo Viera, entre otros. Tuve el privilegio de haber recibido de los Juniors la condecoración del mejor ejecutivo del año 1986, por la labor que desarrollamos en Fundelpa.
Los periódicos locales eran El Puerto, de don Teodomiro Calero, y luego dirigido por su hijo Diego Calero; el periódico “La Batalla”, cuyo fundador fue el periodista tumaqueño Lides Renato Batalla, y luego lo dirigió su hermano Roberto Lozano Batalla. En estos dos periódicos tuve la oportunidad de escribir mis columnas de opinión. Otros periódicos que incidían en la comunidad eran “El Grito de la Costa”, del periodista chocoano Antonio Murillo Palacio, “El Bonaverense”, del periodista Carlos Astorquiza Salazar, y "El Chimbilaco" del abogado Francisco Javier Alzate con el auspicio del Club del Pacífico.
En el periodismo radial se disputaban la sintonía la emisora de Caracol, que tenía a Mauricio Castaño, Adonay Cárdenas, y Víctor Eliecer Cuero, con la emisora de RCN, donde trabajaban, además de Carlos Astorquiza sus compañeros Jaime Sánchez y Joaquín Alfonso Rojas, y Cascajal Estéreo, de los hermanos Echeverri.
La Cámara de Comercio tuvo como Presidentes a Julio Monsalve y a don Froilán Ocoró, el hijo epónimo de Timbiquí... El secretario ejecutivo perenne fue don Rafael Bernat. Después llegaría a la Dirección Ejecutiva el abogado caleño Fabio Grisales Bejarano, quien le dio un impulso inusitado al tomar el liderazgo de la ciudad en el tema de la privatización portuaria.
La Fundación para el Desarrollo Económico del Litoral Pacífico (FUNDELPA) ,que nació de la iniciativa de empresarios de Cali y Buenaventura, dio un gran apoyo a los microempresarios y tenderos gracias al préstamo de US$500.000 otorgado por el BID. La junta directiva era una verdadera selección Valle: Agustín Escandón Peña, Jaime Carvajal Sinisterra, Rodrigo Guerrero Velazco, Oscar Mazuera, Guillermo Garrido, Ricardo Flórez, Julio Archer Narváez, Tomas Quiñonez Angulo, Guillermo Rodríguez y Fabio Grisales Bejarano. Hicimos cosas importantes en el puerto, tales como llevar al Colombo Americano para que enseñara inglés, y establecimos los viernes de Fundelpa, en donde invitamos a personajes de la vida nacional para analizar el devenir de la ciudad.
Entre las mujeres se destacaban las alcaldesas Astrid Alvear y Marina Arango, las banqueras Constanza Taborda e Iveth Hadad, la diputada Ledys Torres, y ya comenzaban a dar sus primeros pasos en la gestión ejecutiva Margarita D'Amire, María Elena Quiñones y Ana Mercedes Cano.
En la actividad literaria tuve un espacio cultural nocturno en la emisora Caracol, con Alfredo Vanin, a quien Fundelpa le otorgó un crédito para editar su libro “El príncipe Tulicio”. Más bien pocas iniciativas literarias, solo se escuchaba en el puerto de los triunfos obtenidos en otras ciudades de Enrique Cabezas Rher, Medardo Arias Satizabal y Oscar Collazos.
A finales de 1991 el gobierno nacional liquidó a Colpuertos y da vía libre a los inversionistas privados para crear sociedades y operadores portuarios. Empieza una nueva era comercial para el puerto. Yo debo volver a Cali a trabajar en el sector privado, y luego en el ente oficial en donde me pensioné.
He seguido pendiente del acontecer de tan entrañable pueblo. Sé que el día que regrese observaré una urbe distinta, pero lo más importante será encontrarme con mis hermanos porteños, y reafirmar mi condición de bonaverense por gestación.