Ha visto usted a nuestros fumadores vergonzantes cumplir la cita diaria con su incontrolable adicción y seguramente también con la muerte? Sin quitar los ojos del marcador digital de pisos, suplican que el ascensor no haga paradas intermedias que retrasen su cita con la bocanada de humo que tranquilice el volcán de la ansiedad. En la medida en que el ascensor desciende con pasmosa lentitud, acarician el cigarro en el bolsillo y preparan su encendedor igual que el pistolero apresta su arma. Primer piso y en dos zancadas se instalan en el sitio convenido y seguramente asignado para el aquelarre de humo soledad y rechazo.
Que soledad mas sola, la de nuestros fumadores. Se hace imposible olvidar a los leprosos de los tiempos bíblicos que eran enviados a vivir en las afueras de los poblados teniendo que cubrirse de pies a cabeza, incluida la cara, a tiempo que hacían sonar una campanilla que avisara su presencia y de esta forma ser evitados por el resto de la población .Y que decir de los judíos en tiempo del nazismo ocultándose para conservar sus vidas y siendo marcadas sus vestimentas con letras y símbolos para ser diferenciados de quienes no lo eran.
Algo o mucho de esto están viviendo nuestros fumadores que se aferran como naufrago a la tabla, soportando la inmensa soledad que todos los días y en todos los sitios les impone la sociedad, los gobiernos, las publicaciones medicas, los odontólogos, y ahora para colmo de males los especialistas en disfunción eréctil para los hombres y frigidez y total desinterés en el asunto aquel, para las mujeres.
Quienes entramos y salimos de los edificios donde trabajan nuestros fumadores, los encontramos todos los días en grupos solidarios de dos o tres, pero en la mayoría de las veces el fumador solitario, que sin levantar los ojos del suelo consume con despacio y en rito personal a su amigo el cigarro, tratando de acompañar su soledad, sin poder esquivar la mirada compasiva, alguna veces, y descalificadora casi siempre, de los ciudadanos que no compartimos su tozudez.
No pretendo sumarme a las academias médicas con sus diagnósticos de terror, ni tampoco a los fabricantes de cigarrillos que con engañosa publicidad nos metieron en alguna oportunidad en sus nóminas de consumidores. Solamente quiero llamar la atención de este fenómeno de los “leprosos del siglo 21” que a las puertas de los edificios, las bancas de los parques y no se que otros sitios que aun los soportan, tratan de sobrellevar su fatal adicción pero aun mas, mucho mas, su soledad.