Le gustaban rubias. No concebía una película sino iba a dirigir a una rubia. Así potenció a glorias como Ingrid Bergman quien fue su musa en una obra que en Colombia no tiene mucha recordación pero que es una maravilla: Notorious. Ella ahí es Ilsa, la hija de un temible Nazi quien es usada por Cary Grant de carnada para atrapar a un amigo de su padre, un hombre que experimentó con niños judíos durante el Holocausto. La obsesión de ese hombre, Claude Raims, por Bergman, es casi la misma que tenía Hitchcock por sus actrices.
Al maestro del suspenso no le importaba decir que él filmaba los asesinatos de mujeres como si fueran encuentros sexuales. En Dos extraños en un tren esto queda patentado en la escena en la que estrangulan a una mujer irritante y promiscua. Lo mismo puede decirse de la famosa escena de Norman Bates matando a Janet Leight mientras se baña en Sicosis: un voyeur mirando a través de la rendija esperando el momento en el que la rubia se mete a bañarse para coserla a puñaladas.
Las rubias fueron su obsesión y su esposa, Alma Reville, quien montó la mayoría de sus películas se enfurecía. Una de las que más le molestó fue Kim Novak. En Vértigo le prohibió a su esposo filmar sus piernas porque eran realmente monumentales. Vertigo es la historia de un hombre obsesionado por recuperar a una mujer hasta el punto de querer transformar a una nueva mujer que conoce en el objeto amado. Cambiarle el pelo a rubio es uno de los detalles que develan que Hitch, más que un realizador de películas, era un autor que llevaba y exponía sus obsesiones hasta el público.
Sin embargo su gran obsesión no fue Grace Kelly, con quien se enfureció porque decidió casarse con el Principe Rainiero y transformarse en Grace de Mónaco, sino que la mujer que más atormentó Tippi Hedren.
Hitch la descubrió mientras ella era modelo y él buscaba un rostro nuevo para protagonizar Los pájaros. Además de lo que sufrió físicamente en un rodaje brutal –Hitch no tenía consideración hacia sus actores, decían que sólo era ganado- después vino una persecución tremenda, una obsesión que rayó en enfermedad. Su hija, la también actriz Melanie Griffith cuenta que uno de los perturbadores recuerdos que tiene de Hitchcock fue una muñeca que le regaló en un cajón que simulaba un ataúd. Ella era una niña y al abrirla encontró que la muñeca era una réplica en miniatura de su madre que el propio director había mandado a hacer a su taller de arte. Además vino la obsesión que se transformó casi que en delito.
Hedren, quien había jurado no volver a trabajar mas con Hitch, aceptó protagonizar, al lado de Sean Connery, Marnie la ladrona. Es una obra maestra, sin duda, pero tiene un problema que la condenaría hoy moralmente a esa película: el héroe de la historia viola a su pareja. Además de soportar esta escena Hedren sufrió una persecución absurda: es que Hitchcock la vigilaba fuera del set, le contaba quienes eran sus amigos y, al final, Hedren tuvo que dejar atrás al cine, nunca más volvió a aparecer en una película. Hitch murió en 1980. El resto es silencio.