Tuve la fortuna de nacer en un pueblo mágico, hermoso, lleno de una narrativa oral sin igual, donde su gente a pesar de las penurias y dificultades aprovecha cualquier acontecer de su cotidianidad para ponerle alegría a la vida y poder olvidar la problemática que nos azota, por eso hoy vuelvo a referir las historias que suceden en este Macondo.
Cierta vez nos visitaba el gobernador de la época y con los amigos asistimos a la reunión con la esperanza de lograr un trabajo que nos permitiera mejorar nuestra situación. Escuchamos atentos el discurso del mandatario y terminado este, nuestro amigo Fabio Rodríguez lo increpó solicitándole la ayuda laboral que había prometido desde su campaña, a lo que el gobernante le replicó “dele su nombre completo a mi secretaria, para que lo anote en la agenda”. Nuestro amigo cansado de lo mismo censuró “otra vez júa, en esa agenda no hay una página donde no aparezca mi nombre Fabio Roberto Rodríguez Vera y nunca sale nada”.
Cuando jóvenes teníamos un grupo de amigos, los cuales departíamos en paseos, actividades deportivas y, por supuesto, grandes parrandas, para lo cual debíamos rebuscar dinero, puesto que ninguno trabajaba, por eso cada quien se las ingeniaba como podía. Teníamos un primo que al menor descuido de sus padres se apropiaba de lo que encontraba mal puesto para tener para la cuota de la juerga. De hecho, en cierta ocasión, su padre don Thomas se encontraba descansando en su habitación y al ver el desespero, entradera y salidera de nuestro amigo Stalin le manifestó: “Cuidado cuadro me va empeñar, vea que estoy despierto cuadro”.
Una vez departíamos con el burgomaestre, donde disfrutábamos de las “mieles del poder” y aprovechábamos para ganar indulgencias con el mandatario, consintiendo todas sus acciones y tratando de congraciarnos informándolo de todo lo que se decía en los corrillos políticos de su administración, Gabriel Maestre aprovecha la oportunidad para decirle al alcalde: “Checho, la gente anda diciendo por ahí que todo es para tu familia”, a lo que el administrador increpa “¿cuál gente? la gente es usted, Gabriel”, acabando de tajo la parranda.
En otra ocasión nos encontrábamos celebrando los 15 años de una prima, y en el fervor del trago y la parranda se armó una discusión entre nuestros amigos Fabio Rodríguez y Mauricio, lo que los llevó a los puños. En el enfrentamiento la juventud de Mauricio prevalecía ante el alto estado de alicoramiento de su contrincante, por lo que mi hermano Wladimir y Rafita trataban de interferir y acabar el combate, pero Fabio replicaba “déjenme, yo vengo de Cartagena, tierra de campeones mundiales, del barrio Blas de Lezo". Mientras tanto, los muchachos dejaban que prosiguiera el pugilato, pero cuando se lograron apaciguar los ánimos vieron como Fabio agotado se sienta y dice a su prima: “Cristina agua, que se quema Gaira”. Al día siguiente nos dispusimos ir a piscina, para sorpresa nuestra cuando Fabio se quitó la camisa, su cuerpo estaba todo moreteado. Ante nuestra mirada Fabio replica “parezco un perro dálmata, qué querían, ese es un pelado 20 años menor que yo”.
Así transcurren los días en San Miguel de las Palmas de Tamalameque, entre cuento y cuento, entre anécdota y anécdota, donde todos nos conocemos, compartimos y departimos hasta que llega la época electoral y cada quien toma partido. En ese momento nos disgustamos y enemistarmos por la defensa de nuestro candidato, pero pasada la contienda volvemos a nuestra cotidianidad y a nuestra amistad.