Siempre se nos enseñó, mediante el aforismo popular: “Entre más amistad más claridad”, que una buena relación de cualquier índole, requiere franqueza en el diálogo y respeto por el otro, mucho más, en lo referente a asuntos de negocios. Eso se nos dijo insistentemente, al menos a quienes conocimos los telegramas.
En las actuales administraciones públicas de Colombia, salvo muy contadas excepciones, para arriba y para abajo, los titulares de las secretarías rondan las cuatro décadas, por lo que es fácil suponer que fueron ilustrados en sus mocedades, con el aforismo aludido, sobre la necesidad de la claridad y la consideración para con los semejantes y los no tan semejantes.
Los funcionarios del Estado Colombiano en todo el territorio nacional deberían tener especial esmero en el cumplimiento de la máxima popular mencionada al comienzo, así como un mayor miramiento frente al ciudadano del común, no solo por su situación de servidores de la ciudadanía, sino por la sensibilidad tan a flor de piel presente en una sociedad como la nuestra; recientemente golpeada, una vez más, por las ya acostumbradas Reformas Tributarias Estructurales.
El paisano de todos los días, luego de ser notificado sobre su obligación de pagar impuestos, pasado el tiempo, masculla su rabia por las imposiciones que, aunque injustas, debe cumplir y rumia su impotencia al advertir que sus tributos, ineludiblemente terminarán en uno que otro bolsillo para los que no estaban destinados, se malgastarán en elefantes blancos, en gastos innecesarios o serán “guardados” con bastante mezquindad en las arcas del Estado, en el mejor de los casos.
Espoleado por el demagogo o demagoga del momento, el paisano de todos los días, estalla en indignación nacional al ver y oír las arengas enardecidas en contra de esa “clase politiquera y corrupta” que nos gobierna y administra y corre presto a firmar cuánto formulario recoge-firmas le pongan en frente, sin embargo, el paisano es consciente de cumplir con su injusta obligación y espera pacientemente, las fechas y los recibos correspondientes, para acudir más o menos presto, a las dependencias financieras de su administración municipal, para cumplir con este poco agradable compromiso ciudadano.
El paisano colombiano de todos los días, es increíblemente aguantador. Acude religiosamente ante el despacho económico de su gobernación o alcaldía y les pregunta una y otra vez a los funcionarios públicos del área monetaria, sobre la manera en que él (el paisano) puede ponerse al día con su irritante exigencia rentística.
Al parecer, los paisanos funcionarios olvidaron la máxima: “Entre más amistad más claridad”. Por supuesto, no la aplican con sus paisanos ciudadanos y lo enredan con una y mil vueltas, se consiguen a otros paisanos dizque más y mejor calificados, para que cobren los insufribles impuestos, porque a los paisanos funcionarios financieros de todos los niveles (nacional, departamental y municipal), les parece que es mejor que otros pongan la cara a la hora de la cobradera.
El paisano de todos los días, sufre entrega de fichas y filas impuestas por los paisanos de otra parte que ahora cobran. Cuando el paisano mira su recibo, casi sufre de infarto, le están cobrando mucho más de lo que se imaginaba. Los paisanos funcionarios tratan de justificarse frente al paisano de a pie, diciéndole que son cosas del progreso y que es para su comodidad (¿?) y que si hay equivocaciones, que no importa, la diferencia se la abonan luego. El paisano se resigna, masculla y rumia su destino.
Alguien dijo que Macondo si existe y que es Colombia, yo le creo. Solo en Macondo, los paisanos de todos los días son maltratados por los otros paisanos, no obstante que se criaron juntos, estudiaron juntos y se divierten juntos.