Por las distintas calles y centros de las ciudades, pueblos y municipios de la región Caribe colombiana es común ver a personas dedicadas a la venta ambulante del popular raspado, o raspao, como es conocido en la costa atlántica, para refrescar a sus habitantes de las altas temperaturas que los agobian durante el verano. Pero, ¿cómo nació el raspao?
A continuación les haré una pequeña reseña histórica:
Aunque fueron los chinos los primeros en popularizar la mezcla de frutas con nieve y leche, ellos no son los inventores del raspado. En la Biblia existen referencias anteriores con unos versículos sobre el rey Salomón donde se cita “el refresco de la nieve en los días de las cosechas”.
Tanto en la Mesopotamia de 1800 a. C. como en la Grecia del siglo V a. C. se tenía la costumbre de consumir hielo mezclado con jugo de fruta y endulzado con miel.
Ya en el siglo VIII, los árabes introdujeron en la península Ibérica la costumbre de consumir nieve mezclada con jugos de fruta, miel y aromas. De hecho, es probable que la palabra sorbete proceda del árabe sharbét o del turco chorbet.
Los raspados son generalmente comercializados por vendedores ambulantes que llevan un bloque de hielo que compran en fábricas con una gran variedad de precios, que dependen de su tamaño, en un carrito armado con la parte delantera de una bicicleta, y son elaborados con esencias de cola, leche condensada y tamarindo. También hay puestos comerciales establecidos.
Estuve dialogando con el señor Luis Antonio Ereda Palmas, quien ha dedicado 50 años de sus 72 a la venta del raspao en el sector del Paseo de Bolívar, en pleno centro de Barranquilla. El señor Lucho, como es conocido en el sector por sus compañeros y amigos, me dijo que las ventas han disminuido por las altas cifras de vendedores extranjeros en el centro, quienes ofrecen otras bebidas como agua, gaseosas y bebidas energizantes a un bajo costo.
Diariamente, el señor Lucho Ereda llega a las 7:00 a. m. con su carrito al Paseo de Bolívar, proveniente del municipio de Baranoa, Atlántico. Durante el día debe evitar ser sorprendido por los agentes del espacio público, quienes al verlo parqueado en la acera derecha de la vía ofreciendo su producto, lo obligan a abandonar el lugar con la amenaza de decomisarle su carrito, su único medio de sustento. De inmediato debe dejar el lugar, por temor a ser multado por parte de los agentes, quienes llegan acompañados por la policía. Estos reciben órdenes de la Alcaldía Distrital.
En Barranquilla, la tradición de los raspados es tal que hay un monumento de un caimán vendiendo raspados en el Malecón Avenida del Río, que rinde homenaje a los vendedores de raspados de la ciudad y de la costa. ¿Por qué el caimán? Por la historia de un hombre caimán que vino nadando desde el municipio del Plato, Magdalena, por el río que lleva su nombre, hasta Barranquilla. "Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla...". ¿Y a qué llegó? A vender raspaos.