En medio de las avenidas y la contaminación de la que es presa Bogotá, una ciudad en donde el cemento y los ladrillos son, a simple vista, los principales protagonistas, sobre la calle 116 se encuentra la entrada a un espacio que, como un pulmón, le da un respiro a la ciudad. Con sus zonas verdes y sus múltiples espacios para la práctica del deporte, el Club Los Lagartos es un lugar que se roba las miradas de muchos, pero que pocos han podido disfrutar. Como el Club el Nogal o el Country Club, es un vestigio de esa crema y nata de la capital a la que su dinero le dio unos beneficios que a las personas de a pie no. La historia del Club Los Lagartos se remonta a 1937, cuando un ingeniero lo fundó, en tierras donde habían unos termales mágicos que aún estaban lejos de hacer parte de la ciudad.
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La Tierra de labradores para los muiscas
En el lugar donde hoy se encuentran los campos de golf, las canchas de tenis y los lagos artificiales que sirven para el divertimento y la relajación de las élites bogotanas, en el pasado mandó uno de los grupos precolombinos más importantes del país. Allí, la cultura muisca desarrolló una parte de su vida agrícola gracias a la fertilidad de la zona, que era bañada por lo que ellos llamaron la “Laguna Tibabuyes”, un lugar que hoy es mayormente conocido como el Humedal Juan Amarillo. En medio de esas tierras, dedicadas a la labranza, los indígenas lograron constituir una sociedad que dejó rastros de su actividad, que quedaron enmarcados en fotografías incluso muchos años después de su extinción.
Era tan importante dicho territorio para los indígenas, que los caciques de Funza, Engativá, Suba y Cota se dirigían allí para hacer sus rituales sagrados, configurando así un lugar que no solamente funcionaba como “Tierra de labradores”, significado de Tibabuyes en chibcha, sino que servía para lograr una conexión espiritual con sus dioses. Con la llegada de los españoles, este territorio continuó funcionando como un lugar para el desarrollo de la agricultura; pero perdió su sentido religioso, pasando entonces a pertenecer a familias prestantes y luego dividiéndose en algunas haciendas, siendo “El Mariel” una de las más recordadas.
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Aguas Calientes y el inicio de la historia del Club Los Lagartos
Para el inicio del siglo XX, con el crecimiento y expansión de Bogotá, muchas de esas haciendas empezaron a hacer parte del ordenamiento territorial de la capital. Para 1930, la ciudad estaba bastante construida en el sector del centro, y barrios como Barrios Unidos y otros más al norte ya habían sido fundados. Aún así, Suba y Engativá seguían siendo pueblos, y los lotes que lo separaban de la urbe seguían manteniendo su carácter rural. Fue entonces cuando el “Lago Tibabuyes” empezó a hacerse famoso entre los ciudadanos, pues de sus aguas también brotaban termales que, en principio, funcionaban como un destino turístico para los capitalinos.
Fue entonces cuando el ingeniero David Gutierrez Vanegas, decidió aprovechar la fama del lugar para crear un club, fundado en 1937 como “Club Aguas Calientes”, en honor a los termales. Para ese momento, según lo dejó saber su hijo, Juan Pablo Gutierrez, el espacio era una chocita con una piscina, que estaba alejada de Bogotá y a la que, para poder ir, tocaba planear un día de paseo. Aun así, con el tiempo su fama se empezó a acrecentar, se hizo con los lotes de la hacienda “El Mariel”, contrató a la firma de arquitectos Cuéllar Serrano Gómez & Compañía y construyó el complejo que se conoce hoy en día.
Una de las grandes anécdotas del lugar es precisamente cómo pasó de llamarse “Aguas Calientes” a “Los Lagartos”, apodo que le puso una periodista al ver que los amigos del ingeniero Gutierrez llegaban al club a lagartear cosas o pedir favores, para quien desconozca el término. El nombre gustó y entonces se quedó, haciendo cambiar incluso el logo del lugar y tomando más fama como uno de los clubes sociales más importantes de la capital, donde la crema y nata bogotana, y colombiana, se reunía para jugar golf, tenis, natación o esquí, y hablar de negocios, claro está.
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Uno de los clubes sociales más importantes de Bogotá
En la actualidad, el Club Los Lagartos ha logrado aguantar más de 85 años como uno de los clubes insignia de la capital; pero también ha estado envuelto en algunas polémicas, la mayoría de ellas por varias reestructuaciones que les ha hecho a los cuerpos de agua que le pertenecen, pero que también hacían parte del Humedal Juan Amarillo. Como es de esperarse, sigue manteniendo su carácter “elitista” y solo los que verdaderamente pueden pagar, son los que pueden entrar.
Por ejemplo, según el medio Bloomberg Línea, para pertenecer al Club Los Lagartos se tienen que cumplir con requisitos como los siguientes: “un socio debe presentar a los interesados a la Junta Directiva con una carta y hojas de vida con fotos. Luego, se debe llenar un formulario en el que se deben anexar referencias y más documentos.” Además, el medio también asegura que se debe pagar un monto de 220 millones de pesos y, adicional, pagar el valor de una acción, que se debe negociar con un socio. Esta acción oscila entre 30 y 35 millones de pesos, a los que se debe sumar una mensualidad de 2’480.000.
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