Sí, me suena. Esa figura como que es copia de otros países que la encuentran muy apropiada cuando de garantizar a la población adulta —especialmente aquella que no consiguió pensionarse— unos ingresos fijos durante sus últimos días o años. Claro, a quienes tengan una propiedad raíz como garantía del retorno de inversión que los jugadores en el negocio hagan.
Los datos que justifican esta opción son contundentes: el 70% de la población adulta no alcanzó una pensión, y de ese porcentaje, el 30% tiene una vivienda, y entonces hacen parte de eso que llaman "pobreza oculta", es decir, tienen casa pero se le dificulta pagar predial, servicios públicos, llenar la nevera de alimentos y estrenarse una camisa cada semana santa. Según le escuché al señor ministro de Vivienda —Jonathan Malagón— el valor a pagar sería del 0.4% más o menos del valor comercial del inmueble.
La propuesta está aún en obra negra, así que quedan muchos interrogantes. Planteo dos:
1. ¿Quién tiene la primera opción cuando se produzca el fallecimiento del beneficiario para quedarse con la propiedad?
2. Partiendo del ejemplo del inmueble de $200.000.000 por el que empezaría a recibir el adulto $800.000 mil, y sabiendo que la inflación castiga a través del tiempo el poder adquisitivo y que lo normal es que la propiedad gane valor comercial, se evaluarán periódicamente las dos variables para hacer ajustes razonables.
Hace bien el gobierno en nombre del Estado en poner a disposición esta herramienta a ese nicho poblacional al que por A o por B hay que atenderle sus necesidades más básicas. Y es bueno que sea opcional para desmitificar ese discurso sacado de las bodegas de aquellos que se autoproclaman como únicos dolientes de los desamparados y adalides de las más nobles causas sociales.
Le dejo un mensaje a aquellos padres de familia que hacen fuerza por ellos mismos y por heredarle a sus hijos algo para que se defiendan en la vida: si ya les entregaron valores cívicos, morales y éticos para vivir y crecer en sociedad, si además les pudieron financiar una tecnología, un pregrado y hasta una especialización, cumplieron. Legarles un adobe, una barranca y una teja no sobra, siempre que ustedes la pasen bien en la última etapa de su vida con lo poco o mucho que sumaron como patrimonio fruto del esfuerzo y la privación de muchas dichas.
Ah, por poco y se me escapa: según le entendí al ministro, la banca, o ese hombre al que muchos repudian por ser su más visible exponente, Luis Carlos Sarmiento Angulo, no será el del negocio, y sí lo serán los fondos de pensiones y cesantías. Repito: es negocio y con ánimo de lucro, y por feo que suene es lícito.
Nadie me lo preguntó, pero, por si las moscas, me suena el tema de la hipoteca inversa.
Ñapita. ¿Qué tanta autoridad moral y hasta política tienen quienes le piden la renuncia a la vicepresidente Marta Lucía Ramírez por no haber convocado a una rueda de prensa y contarle al mundo que un hermano suyo había sido mula del narcotráfico cuando ella era chiquita? Cínicos. ¿De cuándo acá contar desgracias familiares al público hace a la persona más digna de ocupar responsabilidades en el Estado?
