A los hipopótamos del Magdalena se les debe sacrificar lo antes posible. Esta es una solución práctica y espinosa ante una huella que nos dejó uno de los narcotraficantes más conocidos de la historia. Pablo Escobar, a través de sus acciones ilícitas, marcó el panorama político, social y hasta ambiental de país. En este último aspecto, dentro de su accionar excéntrico, nos dejó una herencia biológica que muchos quieren proteger pero que pocos quieren asumir (especialmente, su alto costo).
Cuando Pablo Escobar decidió importar de manera ilegal a tres hipopótamos a la Hacienda Nápoles, automáticamente convirtió a la especie en exótica pues es ajena al territorio colombiano. En términos biológicos, esto implica que se refiere expresamente a su distribución geográfica y no a patrones de coloración o a su rareza ante el ojo humano. Dentro de esta definición, también encontramos al caracol gigante africano y la rana toro, aunque sus impactos no atraen tanta atención mediática, estos repercuten de manera negativa sobre las especies nativas de Colombia y sus ecosistemas.
Cuando una especie exótica tiene efectos negativos sobre el ecosistema (áreas naturales, la agricultura o los humanos), esta se define como invasiva. Sobre esto último, podemos encontrar más información en la publicación australiana del 2017 realizada por Lakna Panawala, en dicho documento se explican las diferencias entre especies invasoras y exóticas.
A propósito de Australia, este país tomó la decisión de sacrificar a más de 10.000 ejemplares de camellos con armas de fuego desde un helicóptero. Esta medida no deja de ser sanguinaria y de tener un impacto negativo mediático mundial. Sin embargo, esto fue llevado a cabo para proteger las infraestructuras de cuerpos de agua que abastecen a las comunidades aborígenes y de esta manera se evitaron futuros conflictos. Es importante mencionar que los camellos no son naturales de Australia, fueron introducidos en el siglo XIX como medio de transporte y en la actualidad son considerados como una especie invasora que afecta tanto a las comunidades aborígenes como a los ecosistemas locales.
Volviendo a nuestra realidad con los hipopótamos en Colombia, las autoridades ambientales nacionales deben guiarse en argumentos científicos para darle una solución a este problema ambiental. Las posiciones sensacionalistas de sectores carentes de argumentos conservacionistas no deberían nublar el panorama por más impopular que sea esta decisión. De igual manera, quisiera aclarar que los hipopótamos no tienen la culpa de las decisiones humanas y del mal manejo que se le ha dado a esta temática. La mejor solución hubiera sido la esterilización de los primeros individuos. Sin embargo, la realidad es otra y se debe asumir con responsabilidad social y ambiental, velando por la seguridad de las comunidades humanas, por la fauna nativa y nuestros ecosistemas.
