El 19 de mayo de 2002 se enfrentaron Atlético Nacional y América de Cali en el estadio Atanasio Girardot de la ciudad de Medellín. Dos goles de Mahler Tressor Moreno terminaron por clasificar al América a las finales de un torneo del cual terminó por ser campeón, tras vencer al mismo Nacional en la final. Numerosos hinchas que habían viajado a presenciar este encuentro volvían a la capital viendo su trayecto interrumpido por un tapón de tráfico a la altura de Cisneros, con la fortuna de quedar frente a frente con hinchas viajeros de Nacional. La pelea no dio espera.
Piedras, botellas, un par de golpes, vidrios rotos y heridos, un episodio que cada vez empezaba a ser más recurrente entre hinchadas de reconocida rivalidad en el país. Sin embargo, este incidente no terminó como los demás. Una camioneta 4x4 arribó al lugar del enfrentamiento, uno de sus ocupantes conversó con algunos seguidores de Atlético Nacional y con el conductor del bus en el que se desplazaban. Posteriormente el vehículo se dirigió al lugar donde estaban reunidos los de la ‘banda del diablo’. Varios hombres descendieron del vehículo armados hasta los dientes, reunieron a los hinchas de América y les manifestaron palabras más, palabras menos que ¡Antioquia se respeta! Hicieron arrodillar a todos los que allí se encontraban y, haciendo gala de su poder, asesinaron con tiros de gracia a dos jóvenes pertenecientes al Disturbio Rojo Bogotá, Alex Julián Gómez Ramírez de 23 años y Juan Manuel Bermúdez Nieto de 20 años. Los demás fueron obligados a irse, dejando sus muertos allí tirados en la carretera. Esos hombres armados pertenecían al Bloque Metro de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Para entonces Lucas Jaramillo, una figura mediática que creía jugar al futbol, corría las canchas vistiendo la camiseta de Independiente Santa Fe y su hermana Paula era presentadora de noticias de Caracol televisión. Asimismo, de la mano de los medios de comunicación masiva, el país se deslumbraba por la figura emergente de Álvaro Uribe Vélez como el candidato de la Seguridad Democrática, proyecto político que favoreció la consolidación del proyecto paramilitar en todo el territorio nacional. Para los medios, los hechos ocurridos en la vía Puerto Berrío – Medellín fueron actos aislados de desconocidos que dispararon desde un vehículo en movimiento. Ése fue el discurso oficial que para entonces (al igual que ahora) buscaba negar la existencia de ejércitos de este tipo en el país.
El jueves 31 de marzo de 2016, Millonarios venció 2 a 1 a Atlético Nacional, el equipo con más dinero en el fútbol colombiano. Lucas Jaramillo llevó a su hijo a ver el partido en el estadio el Campín y salió escandalizado por “el odio que en este caso se tiene de la hinchada de Millos con el equipo Nacional de Medellín”. Curioso ver a Lucas Jaramillo —amigo de infancia del condenado y prófugo de la justicia Andrés Felipe Arias, Ministro de Agricultura durante el Gobierno Uribe— preguntarse en pleno 2016 "¿a qué hemos llegado?"
Ese mismo 31 de marzo, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia—grupo armado ilegal heredero del proyecto paramilitar de las AUC y compuesto en gran parte por combatientes indultados durante el gobierno Uribe, a través de un ficticio proceso de desmovilización— decretaron un paro armado. Éste tuvo efectos humanitarios comprobables en al menos 30 municipios de Antioquia, Córdoba, Chocó, Bolívar, Sucre y Norte de Santander. Y dos días después, como evidencia de un concubinato histórico, Álvaro Uribe Vélez convocó a una marcha contra el proceso de paz que se adelanta con las FARC en la Habana. Llamó a los autodenominados “ciudadanos de bien” a protestar contra Juan Manuel Santos (según ellos representante del castro-chavismo internacional).
Para Lucas Jaramillo “una cosa son los pocos desadaptados sociales que van al estadio y a matarse entre ellos después del estadio y otra cosa es ver como la agresividad se ha permeado a todo el estadio no importa el nivel social, cultural o educativo”. Esos “desadaptados sociales” son barristas de todas las edades. En su mayoría son víctimas de una desigualdad histórica que los ubica en el margen de una sociedad excluyente y clasista, la misma que ubicó en la otra orilla, en la de los “ciudadanos de bien”, a Lucas Jaramillo.
Y sí que son orillas distintas. Mientras que los “ciudadanos de bien” vitorean castigo y prenden hogueras para quemar a los barristas desadaptados, esos jóvenes hinchas han recibido las acciones represivas del Estado, la estigmatización, la judicialización, el reclutamiento por parte de los ejércitos (legales e ilegales), las consecuencias de la pobreza histórica y la muerte cotidiana en circunstancias que no revisten de razón y/o justificación alguna. Mientras los “ciudadanos de bien” en las ciudades promueven el odio, marchan juntos destilando el veneno inyectado a diario por el paramilitarismo disfrazado de oposición política, los jóvenes pobres rurales y urbanos siguen engrosando las filas de los ejércitos que se aniquilan entre sí y los líderes de la izquierda política siguen siendo asesinados bajo un escandaloso silencio del Estado y la sociedad.
El llamado de Lucas caló en los medios de comunicación, se hizo viral por las redes y comulgó con la postura de “la gente de bien”. En la superficie es cierto que la rivalidad entre Millonarios y Nacional ha trascendido el aspecto deportivo y se ha ubicado en un desprecio regional entre Bogotá y Medellín.
Pero está lejos de la verdad suponer que este odio proviene de los barristas o de los sentimientos que genera el fútbol. Basta ver las reacciones a la publicación en Facebook de Lucas Jaramillo para comprender que lo que los medios llamaron ‘xenofobia’ fue exacerbada en contra de los hinchas de Millonarios. Un post que pretendía llamar la atención sobre una problemática social, no fue más que la reafirmación de la hipocresía de una sociedad que, sin vergüenza, señala a los demás y solo reacciona cuando sus intereses (en el caso de Lucas, la protección de los castos oídos de su pequeño hijo) se ven afectados; que se opuso con firmeza al secuestro y validó los ”falsos positivos”; que se opone hoy a la paz con las Farc pero que aplaude la impunidad paramilitar; que se rasga las vestiduras por la guerrilla sin armas en la política, pero sigue y sirve sin reparo al narcotraficante no. 82.
La “tan anhelada paz” de Lucas comienza por observar la responsabilidad propia y no señalar la extraña, en reconocer que existen otros que tienen posiciones distintas y tienen derecho a existir. Él, paisa, hincha de Nacional y exjugador de Independiente Santa Fe, debe reflexionar sobre la motivación real y consecuencias de su publicación y desde allí comenzar la transformación; necesita darse una pasada por los partidos de la división élite de su club actual Fortaleza F.C., y observar a los padres de familia de esos niños. Tal vez entienda alguna cosa.
Mientras tanto, los mismos barristas siguen generando iniciativas de paz a pesar de la ignominia, los estigmas y persecuciones. Por ejemplo, el comité de barras futboleras de la localidad de Suba en Bogotá, compuesto por hinchas de Nacional, América, Santa Fe y Millonarios, fue liderado durante mucho tiempo por Óscar Sandino, hincha embajador, hasta que fue asesinado a cuchillo el 22 de junio de 2013, en Cali. Ese fatídico día el Deportivo Cali le ganó a Millonarios un gol por cero, con anotación del otrora ídolo azul Andrés Pérez.
Atentamente, Un hincha de Millonarios…