Prácticamente empatados en las encuestas, los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos llegaron al primer y crucial debate televisado, capaz de darle vuelta al marcador, ante 100 millones de espectadores, algo así como un superbowl de la política. Durante hora y media Hillary Rodham Clinton y Donald John Trump en el plató de la Universidad Hofstra, en Hempstead, Nueva York, se trenzaron en una contienda de fuertes golpes que la candidata demócrata resolvió a su favor. Los primeros sondeos al fin del debate dieron un contundente 62 % para Hillary contra 27% para Trump en CNN -con 10 % más de entrevistados demócratas- mientras en la revista Político con igual cantidad de demócratas y de republicanos consultados, se marcaba un 80% a favor de Clinton.
¿Puedo llamarla secretaria? Fue la pregunta de Trump para empezar a debatir. Se entendería luego porque claramente su leitmotiv fue mostrar a Hillary como una representante del establecimiento por 30 años sin tener éxito en el frente económico y la seguridad nacional. Clinton, entonces, se refirió a él como Donald, algo que el magnate detesta, a punto de exigirle a sus colaboradores que le llamen "señor Trump”.
El comienzo daría la tónica del fuerte debate, en el que, sin embargo, no hubo filigranas dialécticas, ni síntomas claros de querer ampliar la base electoral, como no fuera el interés de Hillary en el voto de las minorías -especialmente los afrodescendientes- de las mujeres, y del segmento de población con un nivel educativo más alto.
Lo que sí fue claro desde el comienzo fueron las diferencias de personalidad y de forma. Un Trump visiblemente contenido a sus frecuentes ataques de ira y una Hillary muy dueña de sí misma, sonriendo con ironía ante los ataques, mostrando en algunos pasajes, un cierto aire de estadista, en contraste con la simpleza de los argumentos de su contendor.
Posiblemente, como opinan algunos analistas, Hillary dio la sensación inicial de esperar los golpes de Trump para ripostar sin dudas. Y eso fue evidente en el que sería primer punto fuerte del debate: el de los impuestos. La candidata demócrata acorraló a su contendor cuando puso de frente su interés en una reforma tributaria para beneficio de los más ricos, y su negativa a divulgar su declaración de renta. "Tal vez no es tan rico como dice que es... Hay algo que él está escondiendo... ¿A quién debe dinero?", especuló Clinton. Ante la implícita acusación de evasión de impuestos Trump trastabilló, anteponiendo solamente sus presuntos éxitos empresariales. Y cuando tuvo en sus manos el segundo plato fuerte: los e-mails de Hillary, desde un servidor privado cuando era secretaria de Estado, y ella contestó "He cometido un error al utilizar el correo electrónico privado", Trump solo ripostó : "Eso es seguro".
Los intentos de Trump de darle la vuelta al debate fueron en el campo de la política exterior y de seguridad de Estados Unidos de la que Clinton ha sido responsable como secretaria de Estado, pero tuvieron para Trump un talón de Aquiles en sus afirmaciones en torno a su negativa a apoyar la guerra de Irak, cuando declaraciones de la época demuestran lo contrario, y otro tanto cuando se inquirió sobre por qué ha tardado en declarar que Barack Obama nació en EEUU, y no en Kenia, como dicen gran parte de los votantes republicanos.
El toma y daca entre los contrincantes que apelaron a sus frases y propuestas de campaña –no hubo mucho nuevo- subió el tono en el tema racial cuando Clinton increpó a Trump por el rechazo a contratar afrodescendientes en sus proyectos inmobiliarios y él se escudó en la estructura de sus empresas.
Y fue aún más intenso cuando Hillary afirmó: "Este es un hombre que ha llamado a las mujeres cerdos y perros babosos, alguien que ha dicho que el embarazo es un inconveniente para los empleadores, que ha dicho que las mujeres no merecen igualdad de salario a menos que hagan un trabajo tan bueno como los hombres". El ejemplo no podía ser mejor: Alicia Machado, Miss Universo 1996, a quien Trump avergozaba públicamente cuando empezó a ganar peso tras el concurso. La llamó Miss Piggy (Miss Cerdita) y Miss Housekeeping (Miss Ama de casa) por ser latina, según denunció Machado en una entrevista con The New York Times.
Pero quizá la frase con más punch fue la de Clinton en el primer tercio del debate: "Creo que Donald solo me criticó por prepararme para este debate. Y, sí, lo hice. ¿Y saben para qué más me he preparado? Para ser presidenta. Y creo que eso es algo bueno".
Ahora queda por saber cómo ha influido en la intención de voto de los electores, porque aún restan dos más antes del definitivo election day del 8 de noviembre.