En estos días de cuarentena, salen a relucir de nuevo los eufemismos para romantizar los grados de explotación del ser humano. Es curioso identificar noticias donde glorifican a los prestadores de salud, a los maestros, a los trabajadores de farmacias y supermercados, a los domiciliarios y a los campesinos con calificativos de “héroes”. Y ni hablar de la última del presente gobierno con la “cuarentena inteligente”. Sobre este último término nos pusimos a indagar literatura especializada con otros compañeros de la academia y no encontramos ningún resultado del término en bases de datos reconocidas como Scopus y WOS.
En efecto, titulares como estos Los héroes de la pandemia; New Yorker dedica su portada a los héroes de la pandemia, el personal médico; Trabajadores de supermercado: los otros héroes durante la pandemia; Los campesinos, los otros héroes; Los gladiadores contra el coronavirus; Hay que proteger el personal sanitario, héroes que luchan contra el coronavirus; Héroes anónimos: frente a coronavirus ciudadanos apoyan a grupos vulnerables; Médicos, los grandes héroes de la epidemia del coronavirus en China; Días de coronavirus y de héroes anónimos: el escobita Elkin Londoño; Los maestros: héroes anónimos en la crisis de la pandemia, entre otros, desconocen cómo obliteran las relaciones laborales tan precarias de este grupo de trabajadores y sobre todo de las reivindicaciones que han tratado de hacer estos grupos en Colombia a través de marchas catalogadas de “mamertas” o como un colectivo pregonaba” yo no paro, yo produzco”.
Precisamente, desde el punto de vista económico y tomándolo como derrotero la teoría del capital humano. Los prestadores del servicio de salud como de los profesores son los gremios con peores retornos a la educación. Sin olvidar estereotipos que le acuñan a los profesores al poseer en promedio nulo reconocimiento social. De igual modo, si tomamos a los señores campesinos, no hay que olvidar que los mismos que hablan de “cuarentena inteligente” son los mismos promotores de catalogar a esta población como “guerrilleros” o “mal pobre” por exigir mejores condiciones de vida. No hay que olvidar que los últimos planes de desarrollo en Colombia han aplastado la economía campesina en aras del gran capital de los monocultivos como del sector agropecuario. Sin olvidar que las brechas en servicios domiciliarios, educación como de poder adquisitivo entre lo “rural” y lo “urbano” es escandaloso.
De igual modo, al ver las relaciones contractuales de los domiciliarios que en promedio están cobijados por la explotación de “la economía colaborativa” o los miserables salarios de las personas que trabajan en supermercados refleja el romanticismo de que los estratos superiores se puedan quedar en su casa y ellos busquen su sustento.
No hay que negar que gracias a su trabajo muchos de nosotros nos podemos quedar en nuestras casas, pero al mismo tiempo me hace sentir como un desalmado, un ruin, un neoliberal, al ver que solo salgo por la comida, me cambio y me quedo en mi casa mientras ellos todo el día, muchos bajo condiciones miserables, prestan su servicio. Imágenes de médicos colombianos con bolsas de basura para protegerse, dados los treinta años de neoliberalismo erradicó el sistema de salud, profesores atiborrados de trabajo “virtual” con padres de familia o estudiantes quejándose de los trabajos por hacer, o domiciliarios con los mismos utensilios que se nota lo sucios y lo poco efectivo que son me perturban y me hacen pensar a la necesidad de un cambio de sistema. Sin olvidar a mis trabajadores de supermercados, que todo el día están recibiendo personas y pueden llegar a sus casas e infectar a los suyos.
Para terminar, mis respetos a estas personas. Les ofrezco disculpas por disfrazar sus precariedades con eufemismos que romantizan los grados de exploración y privilegio de clase.