Una respuesta a la dignidad ofendida. En el mundo del hampa colombiana es habitual ocultar la identidad del delincuente detrás de un alias. Eso es lenguaje corriente entre hampones y criminales.
En consecuencia, se equivoca el señor Hernando Suárez Burgos cuando imaginándose que hago parte de su círculo, por los supuestos antecedentes que le quedaron registrados en la literatura del narcotráfico en Colombia, me bautizó en sus periódicos (diarios Extra-Cauca y el Diario del Cauca) con el alias “el loco Geller”.
Suárez Burgos debe saber, obviamente, que los alias son "nombres orgánicos" que se imponen en las bandas mafiosas, y por eso, este miércoles 23 de diciembre, rebajándome al nivel de su entorno, decidió colgarme un alias en frustrado intento por seguir intimidándome.
“El hombre de Lehder en Pasto”, como se le conoció al dueño de esos diarios, si en verdad me ha denunciado por injuria y calumnia, en mi calidad de director de la Red de Medios de Comunicación Proclama del Cauca y Valle debería conocer mi nombre completo y legítimo: Alfonso José Luna Geller, del cual me siento honrado y orgulloso tanto por mis antecedentes familiares, sociales y profesionales, como por el amplio y decente círculo de amigos y conocidos, que toda la vida he frecuentado.
Pero entiendo al poderoso señor HSB, porque en el lumpen nadie se llama por su nombre, por eso, con el alias que me endilga pretende ridiculizarme o hacerles creer a quienes tienen acceso a esos diarios, que en algún momento yo hubiera podido ser compinche o cómplice suyo. Pero también puede estar intentando el aprovechamiento de mi dignidad, para meterle más espectáculo provocador e injusto al escandaloso ejercicio del periodismo que lo ha caracterizado, y en grotesca estrategia, tratar de ocultar, y desviar la atención, sobre lo que no es un secreto para quienes conocen la historia de las mafias en Colombia.
Claro que esas arbitrarias e inmorales publicaciones lograron ofenderme, por lo que alguna vez se escribió en el diario El Tiempo: “No es difícil hallar cualquier alias entre grandes capos, mandos medios, gatilleros o incluso delincuentes de barrio. Una labor más ardua sería en cambio construir un listado de quienes llevan su nombre de pila como marca dentro del mundo criminal y sin que tengan en su expediente un alias o sobrenombre”. Por eso, la insinuación de un alias, para un hombre que lleva más de 50 años al servicio público con honradez y rectitud, es otro acto criminal.
Lo que quiero resaltar es que para dañar a una persona, no hay sino que ponerle un alias. Eso lo sabe el señor HSB, y lo practica con frecuencia en sus medios de comunicación ávidos de morbo, que infortunadamente tiene algunos lectores. Es lo mismo que ocurre en los colegios donde hay "virtuosos" del sobrenombre o matoneo, que gozan fastidiando a sus compañeritos colocándoles apodos ridículos que además de insultar, causan daño psicológico.
A pesar de la ofensa, de la estigmatización, del intento de minimizarme como ser humano, entiendo de dónde viene y eso me da más ánimos para seguir en la lucha y si es el caso, en los estrados judiciales, donde ya me conocen porque esta sería una nueva denuncia de las que he tenido que soportar y afrontar por denunciar de manera sistemática la corrupción administrativa, la minería ilegal, el narcotráfico, la violencia, demostrándole al mundo que por más poderoso que se considere el injusto, más brillará la luz de la Justicia, el equilibrio y la mesura.
Aprovecho esta ocasión para informarle al señor HSB que hace muchos años yo superé la etapa en que ejercía el periodismo buscando simultáneamente la financiación de mi trabajo. Gracias a eso, no necesito ni un peso porque no me falta nada, claro que tampoco me sobra nada, yo vivo al día en la tranquilidad y satisfacción que proporciona la lectura, el estudio, la escritura, el medio ambiente sano y lo más retirado posible de esa feroz búsqueda de dinero para el enriquecimiento inicuo. No tengo plata, no la necesito, repito, porque aprendí a disfrutar de la vida de otra manera, y a pesar de que esto obviamente también lo ignora, sí lo saben quienes contribuyen a la financiación de medios de comunicación en el departamento del Cauca. Por fortuna, es otra de las grandes diferencias que nos separan. Yo no utilizo la red de medios que dirijo para presionar, por miedo al escarnio público al que son sometidos en periódicos los ordenadores del gasto que deciden no pautar o comprar las dotaciones de ropa que obliga la ley en la cadena de almacenes del dueño de los periódicos. Hoy solo disfruto dando ejemplo, viendo cómo crecen día a día mis nietos, cómo triunfan y progresan mis hijos y amigos, y cómo el mundo sobrevive resiliente a pesar de toda esa maldad que martiriza día a día a los ambiciosos desaforados por el lucro y la especulación.
Sobre mi seguridad, que también le duele, el señor HSB debería dirigirse al Ministerio del Interior, a la Unidad Nacional de Protección, a los fiscales que tienen en sus manos las investigaciones correspondientes, a los jueces que han tenido que fallar tutelas para la garantía de mis derechos, a las autoridades administrativas y al Ministerio Público, para que les diga a todos que se equivocan, que soy un ciudadano de segunda, o de tercera, que los estudios de seguridad que soportan sus decisiones, para él, son “chimbos”, que son indebidos, que son ilegales, que no le sirven a sus necesidades personales, que el Estado solo debe estar a su servicio primero y de manera exclusiva. En esas instancias es donde deben resolverle las envidias y angustias que al respecto padece HSB.
Suárez Burgos me califica de “loco”, por haberle negado una solicitud de rectificación sobre una de mis opiniones anteriores precisamente en los temas que hoy estoy ratificando, y en su incontrolable ira porque siente su poder restringido, dice que sufro de delirio de persecución.
Tengo que decirle que no es una entelequia, como él la califica para esconder realidades. Para demostrarlo, adjunto al final de esta opinión mía la respuesta completa a su solicitud. Allí se detalla, por ejemplo, como antes de que fundara su diario en Popayán, el nombre “Diario del Cauca” lo venía utilizando desde años anteriores Proclama del Cauca. Sin ninguna consideración, de hecho, se apropió del nombre, iniciando implacable persecución, talvez soñando con el silencio periodístico de nuestra parte. Advierto que nunca lo logrará. Los éxitos de alguien no necesariamente determinan el fracaso de los demás.
Es más, he tenido que rechazar en varias ocasiones la indebida apropiación de los derechos de autor en publicaciones y trabajos periodísticos exclusivos de Proclama, que han sido plagiados con infamia en sus diarios, porque ni siquiera se ha dignado presentar disculpas ante las evidencias. Se ha creído también con derecho al atropello.
Y resulta que ante las afrentas publicadas en sus diarios en contra del pueblo caucano y sus representantes legales, en noticias “prefabricadas” que responden a sus intereses comerciales, aspira a que nadie, ni siquiera yo, que toda la vida he vivido aquí, en el Cauca, que es mi grande hogar, tengo derecho a salir en defensa de la dignidad del pueblo caucano. Tengo la obligación de rechazar de manera definitiva y contundente el racismo exasperado por la llegada al Gobierno Departamental del primer mandatario afrodescendiente, contra el que se están ensañando, en una región azotada precisamente por extraños narcotraficantes y delincuentes de toda clase que han venido apoderándose de sus riquezas para destruirlas en su propio beneficio sin importar el daño social que vienen causando a las comunidades propias.
No puede aspirar el señor HSB que ante tanto oprobio nos quedemos callados. Y menos, tratando de utilizar el acoso jurídico para atemorizarnos. Debería tener en cuenta que no somos sus empleados, a quienes obliga a actuar según sus necesidades personales y que puede echar si se atreven a contradecirle.
A los estudiosos, a los investigadores, a la academia, al público en general, a la Justicia, le entrego la respuesta a la solicitud de rectificación que le fue negada al señor HSB, por si se interesan en mayores detalles.
Espero la notificación oficial de la supuesta denuncia con la tranquilidad de saber que estoy actuando en derecho y como un ciudadano varias veces damnificado por sus abusos. De igual manera procederé en socorro de la Justicia.
Mientras tanto, sigo pensando que me encontré en los citados diarios con un señor, al que afortunadamente no conozco de manera personal, con un ego desmedido, con su sensación de omnipotencia, intoxicado por el poder y el éxito, que se le transformó en soberbia, arrogancia y prepotencia, fácilmente reconocible.
Por eso creo que el trastorno que padece, incapaz de escuchar y mostrándose impermeable a las críticas, lleva implícito el desprecio hacia el espacio de los demás, lo que lo lleva a realizar actos crueles y gratuitos contra ellos.
Mientras tanto, seguiré opinando. Gracias.