En un país antropófago como el nuestro, es increíble y por ello mismo refrescante, la unanimidad expresada por diferentes personalidades del país al referirse al trabajo público de un hombre que ha estado en el oficio por medio siglo, como es el caso de Hernán Peláez*.
De su carácter recio, exigente y perfeccionista poco se habla, porque estos rasgos de su personalidad son vistos como cualidades de su profesionalismo. Por el contrario sobran adjetivos positivos para calificar al ‘doctor’ que día a día acompaña a los colombianos en los diferentes espacios que dirige con un éxito incuestionable.
Honestidad, pulcritud, rectitud, sabiduría, independencia, equilibrio, credibilidad y hasta humildad son algunas de las virtudes que reconocen en él quienes han tenido la fortuna de conocerlo o trabajar a su lado, o quienes simplemente lo han seguido a lo largo de su vida profesional a través del dial.
Y de todas estas cualidades seguramente el rasgo que mejor lo define es el del amigo. Su sentido de la amistad deja ver una humanidad que va mas allá de los cálculos políticos e intereses del poder, el cual desdeña y desprecia. Ahí radica su éxito, en que llegó al periodismo por vocación.
Entiende como ninguno que el periodismo no es un oficio más sino una forma de vida, por ello vive y respira para esta profesión y la ejerce con una altura que sus oyentes y colegas reconocen. “Si hay un periodista que en Colombia origina respeto, ese es Hernán Peláez, por encima de todos los periodistas del país”, dijo Yamid Amat.
Su conocimiento del fútbol llevó al comentarista deportivo Reynaldo Barco a compararlo magistralmente con Google, “Hernán Peláez es como Google: colocas fútbol, les das un click y listo. Aparecen historias, anécdotas, sabiduría futbolística”, anotó.
Y todo ese vasto saber es matizado con un fino humor, esa chispa ‘valluna’ que le corre por la sangre, y lo lleva a soltar el apunte ideal en el momento oportuno para decir las cosas como son sin que duelan tanto, como lo hizo cuando visitó a finales del año 2012 a Tuluá, en medio de la difícil situación de criminalidad que afrontaba la ciudad, y que hoy, dos años después, sigue padeciendo, “Vine a Tuluá para quitarme de encima este cirirí (refiriéndose a Gardeazábal) que durante tres meses me insistió, pero le advertí. Con todo lo que está pasando en su pueblo usted y yo juntos para dar ese papayazo”. Apunte que fue recibido con una carcajada de los asistentes al conversatorio.
Es el verdadero ‘Rey Midas de la radio colombiana’, porque donde pone su talento brota plata, sin embargo, no hace alardes de ello, ni vive auto inflando su ego, ni buscando protagonismos mas allá de los que le dan sus propios espacios, lo que lo convierte en una especie rara en una sociedad ávida de figurar, como lo demuestra el ‘éxito’ de los mediocres realitis.
De su enfermedad, ese cáncer del que también poco se habla, es mejor no hacerlo, para Peláez es una anécdota más de las tantas que tiene para contar en la vida y que a cuentagotas suelta todos los días en sus programas, ojalá por mucho tiempo. Gracias Doctor, gracias MAESTRO, por dignificar la profesión.
*El título de esta columna y las opiniones de otros periodistas fueron expresadas para el libro ‘Las historias de Hernán Peláez’, escrito por Édgar Artunduaga, editorial Grijalbo, octubre de 2012.