Herencia de Timbiquí: el tortuoso camino hasta llegar al éxito musical de La Niña

Herencia de Timbiquí: el tortuoso camino hasta llegar al éxito musical de La Niña

Su compositor Begner Vásquez, se fue de Timbiquí cuando sintió que se le empezaba a quedar pequeño. Cantando en buses convirtió al grupo en embajadores del Pacífico en el mundo

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mayo 13, 2016
Herencia de Timbiquí: el tortuoso camino hasta llegar al éxito musical de La Niña

En la mitad de la noche austriaca una desoladora llamada rompió el sueño de Begner Vásquez, el alma de Herencia de Timbiquí, el grupo de músicos del Pacifico con el que se encontraba en plena gira europea. Desde San José de Timbiquí su mamá le contaba, con la voz entrecortada, que su hermano Osneiro y su primo Olvein García, su parcero de toda la vida, habían sido sepultados por un derrumbe en la mina de oro donde trabajaban. Begner se quedó en silencio, colgó, se recostó en la cama y, mirando un punto en el techo pasó revista a su pasado.

Recordó la tarde pegajosa de enero del 2001 cuando se fue de su pueblo. Los paramilitares empezaban a llegar a Timbiquí, hasta entonces aislado de Colombia y sus guerras por sus rutas quebradas, de acceso imposible. Llegaron las armas con las semillas de coca y la ambición del oro. Llegaron, para todos los  jóvenes del pueblo, las amenazas de reclutamiento a la brava.

Primero se fijaron en dos de sus hermanos. Su madre los escondió. Siguió Begner quien ya trabajaba en un proyecto musical aún sin nombre, cuyos sonidos venían desde sus ancestros, las familias Amu y Carabalí, con su tono de resistencia. Begner le sumaban las letras incendiarias, poéticas, alevosas de sus canciones: el orgullo de ser niche.

Los acompañaban en su empeño once amigos de siempre que, como ellos, tenían la música cabalgándole por las venas.  El pueblo, con lo mucho que lo amaban, les empezaba a quedar pequeño. Si querían triunfar tenían que partir hacia la gran ciudad.  Hicieron un atado de ropa, tomaron una balsa que los llevó por el río a Santa Bárbara desde donde tomaron el bus que los llevó directo al barrio Calima en Cali.

Nada les fue fácil. Las puertas se les cerraban en la cara y las pocas que se abrían querían pagar su música con un plato de arroz. Al hambre se le sumó la angustia que llegaba del pueblo: primos, tíos y conocidos, torturados, despedazados, despojados, desaparecidos. Solo tenía en mente cómo salvar a su mamá y a sus cinco hermanos del horror de Timbiquí.

El día a día superaba a Begner: repartía volantes publicitarios en el centro de Cali, recogía monedas con canciones en los buses, barría la calle.  Combatía el resentimiento a punta de música y escribía letras potentes y contestarías aderezadas con la sabrosura del Pacífico.  Nació Negrito, esa canción-poema que se convirtió en su declaración de principios. Había nacido Herencia de Timbiquí.

Algunos empezaron a creerles.  La presentadora Mabel Lara les mostró el camino a la ministra de cultura.  A Paula Marcela Moreno y su mundo comenzó a cambiar. Llegaron los conciertos y el primer viaje a Bogotá: el ritmo de sus timbales conjuró el frío y la plaza de Bolívar tuvo, por un momento, el hervor de las montañas del Cauca, pero fue el festival Petronio Martínez del 2006 el que los catapultó. Sólo cinco de los once que salieron de Tambiquí pudieron levantar el trofeo.

Vinieron las giras por América, por Europa, las invitaciones a tocar en eventos tan importantes como el India Catalina y la posibilidad de ganarse el pan con la música. Cada vez que podía se escapaba a San José de Timbiquí, veía cómo la coca y el oro se apoderaban de los corazones de sus amigos, cómo la riqueza había podrido el alma de un pueblo que antes le bastaba el son de un tambor para ser feliz. Ya iba a sacar a sus seis hermanos de allí, a su mamá, a sus primos. En una ciudad tan grande como Cali cabían todos. Ya, faltaba poco, él lo sabía.

El camino se había enderezado. Llegó el 2013 con  la Gaviota de plata en Viña del Mar y se cotizaron y Bogotá  los adoptó y las giras europeas cada vez incluían más capitales. Faltaba un hit multitudinario que llegó con La niña. Los productores de la exitosa serie de Caracol escogieron la canción   Te invito, compuesta por Begner en el 2013 para convertirla en su banda sonora. La herencia de Timbiquí ahora tarareada por todos los colombianos, había encontrado la ruta del éxito masivo por el camino menos esperado.

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