Nuestra heredad guerrera comienza con la resistencia de los pastos y quillasingas, de la mano de los caciques Tamasagra y Capusigra, para detener el avance de los orejones cuzqueños; que bajo el mando de Guayna Cápac pretendían extender el límite norte del Inca o Chinchaysuyo, pero son vencidos en el sitio conocido como Guajansango.
El cacique Guáytara resistió la conquista española en 1554. La leyenda dice que los aldeanos lloraron tanto su muerte, que sus lágrimas desbordaron la quebrada convirtiéndose en el río Guáitara.
En Pasto, don Gonzalo Rodríguez dio el primer alzamiento contra los españoles en 1564, pero fue traicionado decapitado y descuartizado en la plazoleta de Rumi pamba donde se erige su estatua.
Manuela Cumbal y Francisca Aucú, en la misa del 18 de mayo de 1800 en Guaitarilla, arrebatan de las manos del sacerdote el decreto de incremento de diezmos. Y acompañadas por don José Betancourt, Lorenzo Piscal y trescientos insurrectos marchan hacia Túquerres, donde son apresadas Manuela, azotada cada domingo a la salida de la misa. Mientras tanto, Francisca, desterrada y los demás, descuartizados.
Pero los pastusos se opusieron a la independencia, entendieron que era un cambio en el ejercicio del poder de élites españolas a élites criollas, que traería guerra y desolación a la nueva república; como sucedió tras diez guerras civiles en el siglo XIX y dos grandes periodos de violencia en el siglo XX, hasta nuestros días.
Por ello los chistes y burlas que con intención se dicen de nuestras gentes tienen su origen en su lealtad a España y a sus instituciones. Así una vez consolidado el gobierno republicano se ejerció una deliberada estigmatización sobre nuestro pueblo que se tradujo en una caricaturización vigente en el inconsciente colectivo.
Por esto se dice que Nariño es una síntesis del heroísmo de Agualongo, símbolo de lealtad, valor y fundamentalismo pastuso, y de la rebelión, insurgencia y liberalismo de las masas de los pueblos del sur encarnados en Aucú, Cumbal, Cucas Remo, Piscal y Carlosama.