Camilo vino corriendo, jadeando por ese camino calcinante del campamento.
Murió Gabo- me dijo.
No supe que sentir, ¿ahora qué hacemos?, acaso no somos todos en este país un personaje de sus libros, que hacemos ahora que quedamos libres, a la merced de nuestro albedrío.
Camilo espera que yo le diga algo, y realmente no sé qué hacer, se me salen las lágrimas, nuestro mundo se queda sin soporte, los contornos se desdibujan y parecemos ser una mancha en la existencia.
Recojan todo, nos vamos pa´ Cataca -alcancé a dar la orden.
Puse mi sombrero más bajo para que entendieran que lloraba, nos apeamos rápidamente, tomamos los morrales y partimos, no estamos lejos, a tres días, en Sevilla dejaremos los fusiles, los camuflados y tomaremos una chiva para estar en el sepelio del Papa grande.
Allá nos reuniremos con todas las mitologías y las realidades a tratar de imaginar que haría Gabo con el porvenir, ¿quién nos dirá que somos?, ¿quién nos prestará las palabras?. Comeremos pan con queso y Kola Roman en Brisas de Abril. Y Seguramente nos percataremos que los mochuelos, los toches, los azulejos y los chucha frías, siguen surcando el cielo de Cataca sin presentir que solo son fruto de las inercias universales, que pronto el mundo se detendrá y quedarán condenados a permanecer en una fotografía eterna, igual nosotros, solo seremos la ilustración de un libro viejo guardado en el último anaquel de una olvidada biblioteca o un cuadro barato y pintoresco, a la venta en algún parque soleado de estos mundos paralelos.