Lo más difícil para Helena Urán Bidegain de ir a la JEP era mirar a los ojos al verdugo de su papá, aceptar su silencio, la incapacidad de los magistrados de la Jurisdicción para que el general retirado cuente todo lo que sabe. Incluso, en la última audiencia, donde los familiares de los magistrados que fueron aplastados por los tanques de guerra durante la retoma al Palacio de Justicia, Helena se prometió no dejarse afectar, no escribir una palabra sobre esto en su columna semanal en Cambio. Pero nada más entrar al edificio de la JEP, en la carrera séptima con calle 63, vio los cambuches improvisados de una familia de desplazados de las FARC que quieren respuestas ya y que, para ser escuchados, se fueron a vivir en la entrada del edificio. Vio el desprecio de algunos funcionarios hacía lo que llaman con una mueca cercana al desprecio, “víctima”. Vio los ojos fríos, casi de tiburón, de Jesús Armando Arias Cabrales y no se reprimió una palabra. Entonces lo recordó todo.
El miércoles 6 de noviembre de 1985 Helena tenía 10 años y estaba estudiando en el desaparecido colegio La enseñanza. Se había despedido como todos los días de sus papás. No habían señales de fuego en el cielo. Ningún presagio enturbiaba su vida de niña. En esa época ella no sabía nada. No sabía que, por ejemplo, su papá, el magistrado Carlos Urán, tenía enemigos poderosos. Él era uno de los magistrados más vehementes y consecuentes de la Sección Tercera del Consejo de Estado, que en ese momento acababa de condenar de manera histórica al Estado por el caso de tortura a una médica junto a su niña de seis años. El Ejército, por este acto heroico tenía sangre en el ojo. Odiaba a la Corte Suprema.
Al mediodía su mamá la recogió en el colegio para llevarla a su casa en el barrio La Macarena. Ahí si empezó a ver que ese día no se parecería a ninguno, sobre todo, cuando vio el primer tanque. Su mamá, Ana María Bidegain, estaba dando clases en la Universidad de Los Andes cuando se enteró que un comando del M-19 se había tomado el Palacio de Justicia. Urán la alcanzó a llamar a la oficina, justo cuando estaba ya encerrado en el baño del segundo piso del Palacio junto a otras sesenta personas.
-Se escuchan tiros cada vez más cerca a nosotros mi amor. Adiós, te quiero mucho- fue lo último que le escuchó.
Desde ese momento Helena y su mamá estuvieron pendientes de la televisión y de la radio. En algún momento, en la mañana del 7 de noviembre, a la profesora le pareció ver en el Noticiero del mediodía, una imagen de su esposo saliendo del edificio cojeando. Tenía la esperanza viva. Una esperanza que empezó a apagarse cuando el Palacio de Justicia entró en llamas.
Helena se acuerda de la cantidad de gente que entró ese miércoles a la casa de la Macarena. Amigos, curiosos, gente que quería ayudar. Todo se apagó cuando una amiga de la familia vio el cuerpo desnudo y medio chamuscado de Carlos Urán. Ana María Bidegain reconoció a su esposo. Una bala en el pecho, la que lo hirió, una bala en la cabeza, la que lo mató. Se acordó inmediatamente de que su esposo tenía la costumbre de meterse la billetera en el bolsillo delantero de la camisa. ¿Dónde estaba la billetera? Otra amiga que trabaja en el noticiero de las Siete, Juliana Barreto, la llamó para afirmarle que ella había visto salir con vida al magistrado. Incluso había un video. Cuando fue a la programadora para ver las imágenes estas ya habían desaparecido. Amigos como Fernando Gómez Agudelo, nada más y nada menos que el hombre que se inventó la televisión en Colombia y el periodista Germán Castro Caycedo testificaban haberlo visto, pero nada, el video nunca apareció.
Ana María, uruguaya de nacimiento y académica de profesión no dejó de investigar. Estaba segura que a su esposo lo habían asesinado en la retoma. Entonces llegaron las amenazas y tuvieron que irse del país. Uruguay, Estados Unidos, Bélgica. Helena y sus dos hermanas tenían que acoplarse a las condiciones de los colegios de cada país que las recibían. Demasiado estrés para tres niñas tan pequeñas.
Regresaron a Colombia en 1991, cuando Ana María creyó que la Nueva Constitución permitiría el advenimiento de un nuevo país, pero las amenazas siguieron de nuevo tomaron vuelo. Ella se fue a dar clases en Estados Unidos, sus hijas se desperdigaron por el mundo. Helena recayó en Alemania. Y allí, en Hamburgo, por su trabajo, empezó a politizarse. Conoció a refugiados políticos de dictadores africanos, víctimas de las dictaduras feroces del Cono Sur. Entonces, en el 2007, veintidós años después del Holocausto del Palacio, apareció la prueba reina de que su papá había sido asesinado por los militares.
Los camarógrafos del noticiero Promec, Nelson Vargas y Ávaro Freddy Acevedo, consiguieron hacer estas tomas que fueron descubiertas por Ignacio Gómez, director de investigación de Noticias Uno. En ellas se veía a Uran cojeando saliendo del Palacio. Esto permitió que la Fiscalía aprobara un allanamiento a la Brigada 13 donde encontraron la billetera del magistrado. La billetera tenía un balazo. Al video se unió el testimonio del magistrado Nicolás Pájaro Peñaranda quien estuvo con Urán encerrado en el baño en el segundo piso y quien salió del Palacio junto a él a las 2:17 de la tarde del 6 de noviembre. Por fin empezaba a hacerse justicia.
En esa época, 9 de junio del 2010, fue condenado el coronel Alfonso Plazas Vega a 30 años de cárcel por la desaparición de doce personas en la retoma del Palacio. Cinco años después fue puesto en libertad después de comprobarse que Plazas Vega había sido el oficial con la misión de sacar a los rehenes y entregárselos a otros miliares. A las nueve de la noche del 6 de noviembre había sido relevado. El verdadero cerebro de la operación era Jesús Armando Arias Cabrales quien fue condenado en el 2011 a 35 años de cárcel por la desaparición de once rehenes entre los que se encuentra el magistrado Urán.
En mayo del 2020 Arias Cabrales, sin dar muchos detalles, fue puesto en libertad condicional después de acogerse a la JEP. Desde ese momento Helena, quien ya vive en Colombia desde septiembre del 2022, espera que se haga justicia. Pero la semana pasada vio que esto difícilmente ocurrirá. En una nueva audiencia de la Juridicción Especial para la Paz Arias Cabrales volvió a mostrarse inmutable. A ella, como a los otros familiares, le toca esperar. A sus 47 años está lista para trabajar en cancillería en un proyecto especial planteado por el ministro Álvaro Leyva para impulsar la Reeducación para la paz y no repetición.
Aunque el tiempo ha pasado la voz de Helena Urán Bidegaín sigue molestando cuando resuena en el escenario que escoja. En octubre del 2022 fue, misteriosamente, atropellada en el Centro de Bogotá. Los hostigamientos continúan. Ella, aunque se preocupa, sabe que esa ha sido la condena de su vida, saber la verdad, una sombra que la persigue desde que tenía 10 años.
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