Heidegger: la muerte como fundamento de la vida

Heidegger: la muerte como fundamento de la vida

"El que muere es el ente que se pregunta por el ser, nadie muere por uno, la muerte es tan propia como nuestra existencia"

Por: Navin González
septiembre 26, 2019
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Heidegger: la muerte como fundamento de la vida
Foto: Willy Pragher - Landesarchiv Baden-Württenberg - CC BY-SA 3.0

Al parecer antes del año 1927 predominaba la figura del ente superior como línea de llegada al ser, aunque se habló del cogito ergo sum (pienso luego existo) y el sujeto estaba como centro de estudio, se pregunta por el ente y no por el ser. Así en otros momentos. Entonces, ¿qué es el ser? El ser es lo que es. Se debe partir de la idea que hay algo y ese algo es. Puede ser en tanto idea, cosa, ente, figura o todo aquello lo que se delimita conceptualmente y puede nombrarse.

Parto de esa fecha a raíz de una obra escrita por el alemán Martín Heidegger, quien intenta dilucidar lo que gira alrededor de la pregunta por el ser y su confusión con el ente.

Lo óntico y ontológico son dos términos con naturaleza etimológica distinta pero que suele confundirse. Lo óntico es el mundo de las cosas o entes y lo ontológico es el mundo del ser. ¿Qué es un ente o una cosa? Todo lo que es en este aquí puede sintetizarse como un ente o cosa. Es decir, un celular es un ente o cosa porque es, puedo darle un concepto y le predico la palabra ser cuando digo: "el celular es una herramienta de comunicación". El cielo es un ente o cosa porque lo delimito como concepto, también todo aquello que interpretamos como no existente, es, como pensamiento podemos establecer unas características y mencionarlo como ser. Cada ente o cosa la podemos definir pero no podemos definir que es en esencia ese ente o cosa. No hablamos el lenguaje del ser.

Pero entonces, ¿qué no es? La nada, no es. Aun pudiendo delimitarla como idea o concepto, la nada en su estado puro está inmersa seguramente en el silencio total del no ser o tal vez frenar en la muerte, esa que cuando es, yo no soy.

La obra El ser y el tiempo de Heidegger es romántica al pensar la muerte en el plano de las posibilidades humanas, dicha posibilidad es irremplazable, solo yo puedo cumplirla, estamos hechos para la muerte. En consecuencia, la muerte es la posibilidad que imposibilita todas las posibilidades posibles; es justa la insistencia de hacer algo con lo que somos en nuestra finitud indiscutible. El compromiso debe ser existencial; hay otra categoría que está fuera del mundo de los entes, lo verdaderamente ontológico: el ser.

La complejidad del ser está en que el ser humano es el único ente que se pregunta por el ser, configurando ese contenido que vamos dando diariamente a nuestra existencia y que va llenando nuestra categoría como un proyecto que cuando termina aún no es.

El pasado es un ser en sí, no cambia, ¿es que podemos cambiar nuestro pasado? No podemos, pero el presente en ese arrojo constante al mundo nos proyecta.

Heidegger dimensiona semejante faceta existencial y caracteriza a ese ente capaz de pensar su ser como dasein: ser-ahí.

El ser-ahí es el hombre que se cuestiona, piensa y se piensa así mismo por lo cual se sitúa al hombre en dos planos: el primero es cuando actúa como ente ser humano, entregándose al mundo de las cosas, normalizando y estableciéndose una misma conducta, por otro lado está el dasein o ser-ahí quién pregunta el por qué y cuestiona en su fase existencial. La pregunta siguiente sería: ¿qué es ese ahí del ser? El ahí es ese momento justo donde el ser está y se manifiesta, eso respecto al momento histórico, cada ser tiene una época y unas situaciones particulares.

Cuando vamos en el bus o por la calle y vemos la miseria nos preguntamos: ¿por qué hay miseria?, ¿se sufrirá?, ¿por qué tocó vivir la miseria? En ese instante abrimos nuestra línea existencial.

Podemos señalar dos tipos de existencia, una inauténtica y la otra auténtica. La vida inauténtica es esa donde nos dejamos absorber de las cosas, el mundo y nosotros en una unidad. En cambio, la vida auténtica tiene un matiz propio, es original, llegando a este estadio mediante la reflexión sobre el ser y la finitud del mismo; siendo consciente que vamos a morir podemos dar un sentido propio a nuestras acciones.

La diferencia ontológica (ente/ser) aclara ese espíritu constitutivo del hombre que nunca es, consecuencia de su masa moldeable que toma forma distinta cada vez que elije, porque al elegir se elegir a sí mismo, somos construcción continúa.

El morir es algo propiamente humano, solo nosotros morimos. Hay otras formas de pensar la muerte, por ejemplo el fallecer es también humano pero desde la óptica del ente ser humano o el perecer que se extiende a todo ser que vive; un ave no muere, ni fallece, solo perece. El que muere es el ente que se pregunta por el ser, nadie muere por uno, la muerte es tan propia como nuestra existencia.

La oscuridad del conflicto social que vive Colombia alguna vez nos ha situado en el plano existencial, la cuestión está en qué tanto hemos pensado lo que somos. Como diría el filósofo francés J.P Sartre: "el hombre es lo que hace con lo que hicieron de él".

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