Según el filósofo griego, Plotino (205-270), en la antigua Grecia existían magos de alta y baja calaña (teúrgos y hechiceros), pero en Colombia, antes y en pandemia hemos tenido y tenemos hechiceros de la más ruinosa calaña, Duque y Carrasquilla, un binomio que en tiempos de coronavirus guarda bajo sus mangas no los ases sino la plata de los colombianos.
Estos personajes, con el más burdo truco, han pretendido sumar peras con manzanas, para presentar unas cifras económicas presuntamente infladas dentro del Marco Fiscal de Mediano Plazo durante la pandemia.
Sin embargo, los economistas juiciosos, entre ellos el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana y un grupo de doce congresistas de varios partidos (entre ellos Roy Barreras), no encuentran que las cuentas de los hechiceros cuadren. Al parecer no serían $117 billones los que se han destinado para atender la emergencia por el COVID-19, sino apenas $25.4 billones, de acuerdo con algunas estimaciones.
Sea como sea, con sus conjuros ellos crean un caos para poder sacar provecho del manejo de los recursos del Estado. Aparentemente se han aprovechado de la emergencia social y económica para jugar con cartas marcadas y así entregarle recursos de los entes territoriales a los grandes empresarios y banqueros, supuestamente para crear el Fondo de Mitigación de Emergencias (Decreto 444 del 21 de marzo). Este dinero debió ser para los hospitales y pago del personal médico, pero se le entregó a las EPS, de propiedad de los mismos dueños del capital bancario.
Además, no atendieron el clamor que desde Quibdó profiriera el médico Heandel Rentería del hospital San Francisco de Asís, quien falleció pidiendo mejores condiciones de dotación hospitalaria y salariales para los trabajadores de la salud en su departamento.
Según Jorge Gómez, congresista del Polo Democrático, el gobierno de Duque ha entregado en medio de la pandemia la gestión del sistema de salud a la mano peluda del mercado, las EPS, responsables de la crisis en el sistema.
Esparcen hambre, zozobra, miedo y desempleo, mientras también crece la indignación de la población que parece sentir más los raponazos de los decretos de emergencia que ni la misma pandemia.
Rechazan la renta básica para los trabajadores de la informalidad y los desempleados, lanzándolos por el hambre y las necesidades a la calle, rompiendo de esta manera el aislamiento social tan clave en el control de la pandemia. Prima más el comercio que la vida de las gentes.
En el Reino Unido, el neoliberal Boris Johnson avanza con un impuesto para los multimillonarios que son 147 en ese país, en Colombia el ministro Carrasquilla amenaza a la clase media y a los trabajadores con una nueva reforma tributaria.
Así mismo, por arte de magia se decretó el 19 de junio día sin IVA, que desencadenó en un Covid-Friday para favorecer a los grandes comerciantes sin importar la vida de las gentes.
Y en su olla de hechiceros cocinan cual brebaje: hambre, desempleo, reforma laboral y pensional, alternancia educativa, hipoteca inversa y venta de activos del Estado, entre ellos Ecopetrol. No obstante, el pueblo, la clase trabajadora y las centrales obreras sabrán enfrentar y resistir con valor de manera organizada y civilizada estas tropelías.