Alcanzado el Nobel de Paz por Juan Manuel Santos, Presidente de la Republica de Colombia, lo demás se os dará, compatriotas colombianos, por añadidura.
Y si algo queda y el tiempo alcanza, la paz sobreviniente de los acuerdos suscritos entre las guerrillas insurgentes de la Farc–EP, y el Gobierno.
La cual, verdad sea dicha, no es que esté garantizada como nos dicen que ya ocurrió y ratifican los discursos del recipiendario del segundo Nobel que, para honra y prez de la Academia Sueca, exalta a un colombiano.
Que no los acuerdos suscritos entre el máximo comandante de los ejércitos revolucionarios levantados en armas contra el sistema por más de medio siglo, Rodrigo Londoño, y el supremo comandante de las FFAA de Colombia, don Juan Manuel Santos Calderón, el único presidente vivo, dice un cronista oficial, que ha pagado el servicio militar obligatorio establecido por ley.
En tanto no se surtan los procedimientos
que por la vía rápida, Congreso, se decidieron,
no se podrá, aunque sea el más ferviente anhelo, cantar paz
En tanto no se surtan los procedimientos que por la vía rápida, Congreso, se decidieron, no se podrá, aunque sea el más ferviente anhelo y sentimiento de los colombianos cantar paz, desmovilizarse, velar armas, desvanecerse en la niebla del anonimato y el silencio de los fusiles, la guerrillerada de las Farc –EP, hasta hoy en la incertidumbre de si el último Acuerdo de verdad les va a permitir, por fin, deshacerse de sus fierros, temores y persecuciones de tantos años.
O, si como apunta su comandante, será el Plan B el que finalmente, forzado por los intransigentes y el disminuido entusiasmo del Gobierno por cumplir con su parte, el que entre a definir de una vez por todas el rumbo de la paz. Y, desde luego, el camino a tomar por unos y otros.
Y ese, como en el cuento de Borges, solo tiene un sendero que se bifurca, pero a la vez deviene en único e intemporal: regresar al monte a tirar plomo por el ideal que mantiene activa a la guerrilla más vieja del mundo, a la vez que garantizar la sobrevivencia, tanto del individuo como del grupo, algo susceptible de ocurrir en una organización que ha confrontado con relativo éxito ese escenario.
O, el del otro sendero que se bifurca: el de la lucha política con garantías plenas y efectivas; respeto a la vida, a la diversidad ideológica y a la inclusión e igualdad de oportunidades, de medios y escenarios para promoverla y ejercerla sin limitaciones distintas de las que determinen las dinámicas de la democracia y la institucionalidad.
Para el cabal y efectivo desarrollo de este camino que es el deseable y conveniente para el país bien vendría, en beneficio del goce pleno y material del derecho a la paz consagrado en nuestra Constitución, deponer al interior del Equipo de Paz del Gobierno el imaginario prevaleciente de que las Farc – EP, han sido vencidas militarmente y como tal es de suyo darles el tratamiento de enemigo sometido y reducido a los condicionantes que aquel les imponga.
Ojalá la vía rápida, fast track, por la que tanto y tan hondo se suspira en uno más que en otro bando, despeje las dudas al respecto de si en la Mesa de La Habana hubo vencedores y vencidos.
Y si no, evitar que este mecanismo se transmute, como lo atizan los intransigentes profesantes de partidos, credos, religiones y gremios, en knock out fulminante contra el Acuerdo de Paz, formalmente suscrito entre plenipotenciarios investidos de legalidad y legitimidad para tan alto destino.
He ahí el sendero.
Poeta
@CristoGarciaTap