Ustedes saben muy bien que en En Blu Jeans no hablamos de política y sí siempre del bienestar que desde diferentes frentes podemos traer a nuestras vidas; esas herramientas que buscan mejorar nuestro entorno y asumir la vida de mejor manera. Esa ha sido siempre nuestra intención y hoy no es distinto, solo que nuestro bienestar a partir de mañana tiene que ver con las elecciones presidenciales.
Soy de las personas que no se puede quedar con guardados, así que he tenido que aprender a decir lo que siento, lo que pienso con el respeto que se merecen los demás y que yo también me merezco, y sobre todo con la responsabilidad que me asiste en mi labor como periodista, que es de lo primero que les quiero hablar para que quienes no conocen mi trayectoria profesional sepan de dónde viene lo que les voy a decir.
Soy hija de una familia de clase media bogotana que por la profesión y el trabajo de mi papá resultó creciendo en distintas regiones del país, viajando por sus carreteras, en la maravillosa compañía de él, mi mamá y mis dos hermanos. No crecimos en clubes, ni conectados con el poder con gente influyente, pero tuvimos formación moral, educación y un gran ejemplo de trabajar por lo propio, por conseguir nuestros sueños desde la base de nuestro propio esfuerzo. Así llegamos a lo que somos hoy, como lo han hecho muchos de ustedes queridos oyentes desde sus propios intereses y actividades.
Soy diseñadora publicitaria y comunicadora social – periodista, entre otras cosas y en lo fundamental. Cuando iba un poco más allá de la mitad de esta carrera que ha sido mi pasión, el desastre de Armero y la toma del Palacio de Justicia en 1985 fueron el pequeño marco que me esbozó el camino profesional que enfrentaría: un país lleno de gente hermosa, luchadora, intentando salir adelante, intentando sobrevivir, en medio de desastres naturales y políticos que no han dejado de ser así, porque en Colombia no se vive… se sobrevive.
Mis prácticas profesionales las hice al son de los atentados y asesinatos de soldados que, aunque sumaran cinco muertos, la noticia ameritaba un extra informativo, suspender la programación; después tristemente nos acostumbramos y eso se volvió paisaje. También de los asesinatos de los líderes de la Unión Patriótica que también se dieron por ese entonces.
Ya en el ejercicio profesional las cosas no cambiaron, más bien se fueron empeorando. Vino la temible época del narcotráfico con los carteles de Cali y Medellín con la figura más sobresaliente -Pablo Escobar- que mandó a asesinar a hombres valiosos como Rodrigo Lara Bonilla, Carlos Mauro Hoyos, Enrique Low Murtra (a quienes entrevisté y por quienes no fui capaz de ver la serie de televisión), y miles de ciudadanos inocentes que cayeron en atentados, y quien tuvo en los primeros renglones de su lista “para eliminar” a mi compañero en el set de la presentación de noticias, Antonio José Caballero, razón por la que debíamos ir escoltados -con la angustia que eso produce- a Inravisión.
Puedo contarles muchas más historias, muchas me quedan por recordar, por traer acá. La violencia jamás nos ha dejado en paz. Muchos campesinos inermes, asesinados y desplazados por un bando, por otro y por el otro… todos ya juntos en el negocio de la delincuencia organizada. Se me quedan muuuchas cosas, muchas noticias de dolor, pero no se puede quedar atrás la gran responsable de los desastres de nuestro país: su clase política. Esa que la tecnología, los soplones mal pagos y también la labor de las autoridades nos han permitido conocer. Los Alejandro Lyons, los Musa Besaile, los Samuel Moreno y todos, absolutamente todos los que hasta hoy han robado a este país no solo en dinero, sino en salud, en calidad de vida, en derechos fundamentales… en dignidad. Esa que creyó que jamás los colombianos nos enteraríamos, que podían seguir manejando al pueblo a su conveniencia y que jamás se despertaría. No puedo decir que sean todos, pero sí muchos. ¿Y cómo se despertó la población? En lo que estamos viendo hoy. Unas elecciones que quisiéramos no vivir, que -como decía una amiga- quisiera dormirme hoy y despertarme el lunes como si nada hubiera pasado.
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La historia no va a mejorar y más bien seguirá empeorándose si no votamos
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Les he querido compartir lo que he vivido, porque los jóvenes que hoy quieren cambiar este país, a quienes no hemos tenido el cuidado de contarles todos estos desastres desde nuestras propias vivencias y como los enfrentamos, encontraron otra historia que otros quieren que escuchen para su propia conveniencia, porque quieren el mismo poder, pero con otro vestido; las mismas prebendas, pero con otro vestido.
Sé que esto está largo y espero que más que aburridor, sensibilizador. La historia no va a mejorar y más bien seguirá empeorándose si no votamos. Hay que votar mañana. Por lo menos hoy, dejen las emociones a un lado y lean los programas de los candidatos y piensen con la mano en el corazón si eso que ofrecen es realmente realizable o es populismo puro y duro. Mañana no es un día para que la pereza nos gane, mañana no es el día para dejar que los demás voten a ver qué pasa… porque va a pasar, lo que sea, pero bajo nuestra responsabilidad. Así como el silencio comunica, no votar tiene resultados.
Y a los colombianos del voto en blanco, los entiendo, pero este no es el momento del voto de no me gusta ninguno, este es un momento decisivo que exige no una postura de “me lavo las manos” como bien lo escribió María Isabel Rueda en una de sus columnas por estos días, sino es el momento de elegir por uno de los dos candidatos… No hay de otra.
Para cerrar, desde mi corazón, con el respeto por la fe de cada uno de ustedes, le pido a Dios por nuestro país, y como no está en mis manos… ¡suelto y confío!